viernes, 4 de abril de 2014

EN TORNO AL TÉRMINO DE LIBERTAD DE IMPRENTA. México siglo XIX

(Agradezco a Casa Litterae (www.casalitterae.cl/) la publicación que ha hecho de este artículo en su página. Muchas gracias)

Dra. Alejandra López Camacho
Uno de los derechos más preciosos de todo hombre que vive en sociedad, es el de publicar, por medio de la prensa, sus pensamientos con toda libertad; y por lo mismo, cuanto concierne a tan sagrada prerrogativa, es digno del examen más severo e imparcial.[1]

 Analizar el significado de “libertad de imprenta” durante el siglo XIX y a través del discurso periodístico, representa considerar los mecanismos de transmisión de los acontecimientos, en este caso de los periódicos. Circunscribe a la vez tener presente los significados tan amplios que abarcó la noción de libertad de imprenta, y, esto no sólo en sus usos legales sino además en los distintos usos que cada bandería política abrigó para sí y que están manifestados en la prensa, lugar de expresión de la mayor parte de los grupos políticos. Comprende además las formas de control detentadas por las autoridades hacia aquello que los medios de comunicación informaban, pues si bien la libertad de imprenta constituía un derecho, ésta también representaba una bandera de politización para la prensa y un estandarte para la difusión de las noticias. De ahí las limitantes hacia la misma por el riesgo que representaba la propagación, transmisión y libre discusión de ciertos términos, entre ellos los de “libertad de imprenta”.  

Dentro de la historia de México, el periodismo, sostiene Roberto Rodríguez Breña,  es “una forma de expresión y difusión de cultura, de conocimientos útiles a la formación social del hombre y un idóneo auxiliar a la definición del ciudadano en su decisión de militancia: un vehículo de politización.”[2] De modo que la prensa constituye y ha constituido un factor determinante dentro del proceso de edificación y desarrollo de los términos políticos, ha sido una institución capaz de legitimar o deslegitimar, a través de su discurso, las distintas políticas en turno. Esta es una institución que puede dirigir, organizar, definir e influir en los distintos procesos políticos. De ahí las medidas reprobatorias o aprobatorias que tomen los distintos gobiernos en torno a la libertad de imprenta.

Una palabra clave y trascendental en los discursos periodísticos del siglo XIX es el de “libertad”, término que pudo abarcar una significación extensa y confusa al mantener estrecha relación con las leyes elaboradas por los hombres que tratarían de controlar esa libertad, aunque además, dentro de esa significación, intervendrían, para ciertas tendencias políticas, unas leyes consideradas de orden divino que resultarían incuestionables. A decir de Javier Fernández Sebastián, la multiplicidad de significados del término “libertad” durante el siglo XIX y su utilización en los más diversos contextos, harán del concepto “uno de los más complejos y escurridizos del universo ideológico de esa centuria.”[3]

A lo largo del siglo XIX, las distintas publicaciones mexicanas se vieron inundadas de altercados y disputas en torno a la significación de ciertos conceptos políticos, siendo el de libertad uno de los más característicos. A esto se añaden los debates por el cambio del vocabulario político producido por la propia evolución del pensamiento liberal durante el período estudiado y la lucha por la permanencia, mudanza y transición de los conceptos políticos, a más de la lucha por el establecimiento de una ideología liberal que otorgará legitimidad a los conceptos utilizados, lo que pudo variar entre concepciones radicales, moderadas, reaccionarias, conservadoras y progresistas, entre otras. Todo fue de acuerdo al grupo político –y a su correspondiente aparato mediático– que las utilizara.

            Los editoriales decimonónicos, son el reflejo de los distintos grupos políticos, son conjuntamente el aparador de un lenguaje político en transición que a su vez será espejo de un liberalismo que intentaba penetrar en la vida política. De ahí que en las páginas de los periódicos queden manifestadas las avenencias de las diversas posiciones políticas que sobre todo buscarán establecer una libertad de ideas acorde con una cuestión que se considerará vital para el buen funcionamiento de una sociedad liberal: la libertad de prensa. Claro que en esto también existirán periódicos oficiales y no oficiales que desde posiciones liberales, conservadoras, moderadas, republicanas y monarquistas, entre otras, apoyarán la restricción de la libertad. De ahí que muchas publicaciones manifestarán desde su número prospecto los problemas que representaba la redacción de un escrito. Y esto no sólo por los peligros políticos que comportaba, también por lo que constituía el sostenimiento de una empresa periodística. La buena venta de un diario podía prologar la vida de una publicación, aunque esto a su vez quedaba determinado por el interés despertado entre un sector ideológico de la sociedad y por los temas políticos que se analizaran, además de las sanciones políticas impuestas por las autoridades.

Perro que ladra no muerde. Otro proverbio! Adelante!... este es el oficio del periodista, borronar papel, y escribir sobre todo cuanto hay.[4]

            La libertad de imprenta fue un concepto ampliamente mencionado en los editoriales del siglo XIX, y representó dentro del liberalismo de la época, uno de los derechos básicos del hombre en sociedad como la libre discusión, la libertad de pensamiento y la libertad de ideas que para ser comunicada con mayor amplitud requerirá de los medios impresos y de la libertad de prensa. Claro que dentro de esta libertad que se demandaba intervendrían todo tipo de ideas, como bien lo señalaría El Siglo Diez y Nueve en México en relación al texto constitucional de 1836 que restringía la propagación de otro tipo de ideas que no fueran las políticas.

Según la misma constitución, los mexicanos podían imprimir y circular, sin necesidad de previa censura, sus ideas políticas; pero sus ideas políticas y nada más, de modo que para cualesquiera otros pensamientos o ideas, aunque hicieran relación a la industria, a las artes, a la historia natural &c., no parece que había la misma libertad, y estos objetos tan extraños a la política, quedaban tácitamente sujetos a la censura previa, lo que era, a la verdad, bien ridículo…[5]

En la redacción de un editorial quedaron presentes las relaciones de poder entre la prensa y el sistema político, entre el saber, las creencias religiosas y el deber, entre la redacción y los límites impuestos a ésta por el mismo sistema político. Cabe calcular que la prensa periódica decimonónica surgiría en México como una respuesta a los procesos políticos y sociales que requieren transmitirse y comunicarse. Aunque también quedaba presente que los periodistas o grupos políticos que redactaban los editoriales buscaban cambios y lentas o radicales modificaciones en el área política y social. Intervienen además los cambios en el lenguaje utilizado para hacer política y las miras o proyectos de las facciones en torno a la visión que se tenía de su propia sociedad.

¿Qué bien pueden para las sociedades las falsas máximas, los disolventes principios, las corrompidas doctrinas, las picantes sátiras, las enardecidas polémicas, el retumbante frascologismo (sic), las acriminaciones, personalidades y otras mil y mil producciones de esta especie? Y si el cuerpo social ninguna mejora ni perfección recibe de eso, ¿qué bien puede comunicar a sus miembros? Y si las partes o miembros no se mejoran o perfeccionan, ¿dónde está su derecho para erigirse en oráculos de los demás, puesto que, dígase lo que se quiera, todo escrito para el público tiende a enseñar y corregir, lo que presupone autoridad?
Concluyamos, pues, que el objeto único  de un periódico no es ni puede ser otro, que la mejora y perfección del cuerpo social.[6]


            La mayor parte de años del siglo XIX, representan así, dentro del área político-social, un periodo de cambio y de lentas transformaciones que habrían mantenido a los redactores de las publicaciones con motivos suficientes para discutir, para hacer presentes sus discursos en el escenario político, pero sobre todo, para convertirse en instructores de un pueblo y un público que requería conocer el significado de lo que constituía la justicia política. Es decir, hablar con lo que reconocieron como “verdad”, “rectitud” e ilustración suficiente para dirigir a un pueblo o una sociedad. Cuestión que además quedaría ligada a la credibilidad y legitimidad de una publicación periódica y a la doctrina y lenguaje político de la misma.




[1] El Monitor Republicano, México, 24 de noviembre de 1846.
[2] Rodríguez Baños, Roberto, Libertad de expresión. Temas mexicanos, México, Departamento Editorial/Secretaría de la Presidencia, 1975, p. 23.
[3] Fernández Sebastián, Javier, “Libertad”, en: Fernández Sebastián, Javier y Fuentes, Juan Francisco (dirs), Diccionario político op. cit., p. 428.
[4] La Cuchara, México, 6 de noviembre de 1864, T. I, Núm. 1, p. 20.
[5] El Siglo Diez y Nueve, México, 25 de octubre de 1841.
[6] El Universal, México, Jueves 16 de noviembre de 1848, Sección Editorial, T. I, Núm. 1, p. 1.