Alejandra López Camacho
Previa a la
instalación del Primer Imperio en el año de 1822 una vez consumada la
independencia de lo que hoy llamamos México,[1]
el país contaba con todas las bases para mantener un sistema de gobierno
monárquico. De acuerdo con la tradición política, aquel sistema resultaba la
posibilidad más viable y, a decir de Edmundo O’Gorman la monarquía era “...la
natural consecuencia del rompimiento con España, como lo patentiza el hecho de
que no hubo necesidad de justificar la adopción de ese sistema...”[2]
Coronación de Agustín de Iturbide |
Agustín de Iturbide, quien había sido propuesto como monarca, y además electo
por aclamación, encabezó por algún tiempo una de las varias gamas monarquistas
que existieron en México a principios de siglo XIX y aprovechó el ambiente de
exaltación que le rodeaba para declararse emperador. Sin embargo, esa primera
administración duró el tiempo necesario para revelar un grave problema, la persona
encargada de ocupar el trono no podía
reducirse a la autodesignación. Salió a relucir la dificultad de la legitimidad
dinástica y el rango real,[3]
y, aunque este primer intento de gobierno estaba programado para ser una
monarquía constitucional[4]
y no absoluta,[5]
persistió “...la falta de respeto que sentían (los integrantes del Congreso
Constituyente de 1822) hacia un hombre que sin mayor rango social del que podía
tener cualquiera de ellos, había sido tan repentina y arbitrariamente
improvisado en persona sagrada e inviolable”.[6]
Fue a partir de entonces que algunos monarquistas planearían la venida de un
príncipe extranjero en aras de ocupar el trono de México y ofrecer protección a
sus intereses económicos, políticos y culturales.
Bandera del Imperio de Agustín de Iturbide |
Aquel fracaso monárquico permitiría en el ambiente político, la
exaltación de un grupo político que hasta entonces había permanecido a la
sombra, el republicano. Esta facción intentaría adaptar en México por primera
vez un nuevo régimen de gobierno, moderno y democrático, la República Federal
(1824), cuyo ejemplo exitoso eran los Estados Unidos. Los republicanos
asumieron que ese sistema atendería una necesidad primordial del país, la gran
diversidad de intereses regionales y el federalismo otorgaría la libertad
legislativa necesaria para cada territorio.[7]
Sin embargo, no debemos pasar por alto que las diputaciones
provinciales institucionalizadas en México a través de la Constitución de Cádiz
de 1812, según Nettie Lee Benson, fueron parte importante del movimiento
independentista de Iturbide y más tarde del establecimiento del sistema
republicano federal. A juicio de Benson, la génesis del federalismo mexicano
puede rastrearse directamente desde la
Constitución de Cádiz.[8]
Ese primer ensayo republicano federal, cuyo modelo exitoso era la
república del vecino país del norte, representaba la transformación de la
sociedad mexicana en la que prevalecían tres siglos de dominación monárquica
española. Y, asegura O’Gorman, “...la Constitución de 1824 tenía ante sí un
largo y penoso proceso de lucha contra, precisamente las tendencias
tradicionalistas y monárquicas que en grado muy considerable prevalecían en
aquella época y durante las cuatro décadas siguientes”.[9]
Vino entonces el segundo fracaso para el sistema de gobierno mexicano después
de siete años de estar en marcha la república federal.
Litografía de Mortiz Rugrendas, Personajes del siglo XIX |
Los fracasos monarquista y republicano federal como formas de gobierno
para México fueron resultado, en el primer caso, de la ilegitimidad dinástica
de aquel que habría representado a ese primer imperio mexicano, esto es, de Iturbide.
Mientras que en el segundo de la transformación republicana que se pretendía
realizar en la sociedad mexicana. Fue así que, debido a las desavenencias
ocurridas durante la primera República Federal y el sistema monárquico
iturbidista, en el año de 1836 se implantaría otro medianamente nuevo sistema
de gobierno consagrado en la Constitución de las Siete Leyes, la primera
República Central; fruto de los liberales moderados.[10] Así los centralistas intentarían poner fin a
las soberanías locales, aunque no a la particularidad de cada provincia.
La peculiaridad de aquel sistema, sería dotar a la República con
características de una monarquía constitucional y al presidente de soberano.
Cesaban las legislaturas de los Estados, se establecían Juntas Departamentales
y los gobernadores quedaban sujetos al Ejecutivo.[11]
A juicio de O’Gorman, la República Central sería un paso, en términos moderados,
hacia la monarquía.[12]
Y era así básicamente porque los grupos políticos que sostenían aquel sistema,
era la gente que deseaba la centralización del poder en sus manos. Esta era la
futura gente capitalista y empresaria que velaba por sus intereses económicos y
que más tarde pediría la reinstalación de una monarquía en México. Tal fue el
caso de Lucas Alamán y del liberal moderado, José María Gutiérrez de Estrada.
Michel P. Costeloe afirma que “tanto liberales moderados y conservadores,
convenían en la necesidad de una mayor centralización del poder para que el
gobierno nacional pudiera imponer su autoridad y mantener el control en las
regiones.”[13]
Así no obstante, la situación política de la República Central se
complicó cuando Texas se constituyó en República independiente de México el 2
de marzo de 1836.[14] Amén que durante gran parte del decenio que
duró el centralismo, Yucatán fue virtualmente independiente, asegura Costeloe.[15]
Estos hechos, provocaron el desmembramiento del territorio mexicano (ver mapa 2
del anexo 1) y sembraron el germen de una lucha entre quienes enarbolaban ideas
republicanas federalistas, republicanas centralistas y monarquistas.
Con la pérdida de Texas, salió a relucir una grave dificultad: no
existía un control político-económico-social del vasto territorio de México. Sea
con la monarquía o sea con las repúblicas federal y central, la inestabilidad
política en el sistema de gobierno mexicano continuaba y es que, los distintos
territorios de México no acababan por integrarse, además de identificarse, con
los gobiernos y entidades mexicanas.
Los Estados Unidos
aprovecharon esta situación y con su teoría expansionista, coordinada
quisquillosamente desde Washington, pronto se apoderaron de Texas, lugar
habitado principalmente por estadounidenses y no por mexicanos. El vecino país
intentó además apoderarse de la California y Nuevo México, con pretextos de
ofrecer la libertad a los hombres que habitaban esas tierras y huían de los
gobiernos tiránicos.[16] Aquel país, apareció entonces como el
protector de los estados fronterizos y promotor de las ideas republicanas
federales.
El federalismo, puesto en marcha nuevamente en México en el año de 1846
otorgó autonomía a los estados, pero, a consecuencia de la constantes fracasos
políticos se produjo una fase separatista y cada estado, percibido asimismo
como nación independiente, luchó por el resguardo de su territorio. Cabe la
pregunta, ¿por qué a los Estados Unidos les interesaba que México continuara
con un régimen republicano federal? Sobre
esto podría considerarse que debido a que el Estado mexicano se encontraba en
vías de su construcción política, el sistema federal implicaba, aunque bien
pudiera parecer la unidad, la desunión de los estados que no acababan por
identificarse con un gobierno vulnerable jurídicamente, esta situación
resultaba benéfica para quien ofrecía seguridad y esperaba apoderarse de
México.
Mapa del territorio mexicano 1847 |
La ambición estadounidense no cesó y con pretextos de una guerra
absurda, aprovecharon la debilidad del gobierno de México, de no tener un buen
ejército, armas y dinero, para hacerse de la Alta California, Arizona y Nuevo
México. Así, para el año de 1848, los Estados Unidos se quedaron con más de la
mitad del territorio mexicano (2, 400,000 km2).[17]
Aquella pérdida sacudiría a todos los grupos políticos. Sin embargo, lo
interesante de esta situación sería el beneficio que algunos monarquistas
obtuvieron de este hecho, tal fue el caso de José María Gutiérrez de Estrada,
José Manuel Hidalgo y el padre Francisco Javier Miranda (1816-1864). Estos
personajes se encargarían a partir de aquella pérdida, de promover con mayor
coraje sus ideas monarquistas e iniciaron una campaña enérgica contra el
régimen republicano, sea federal, sea central.
Ante la apetencia estadounidense por México, algunos monarquistas
encabezados por Lucas Alamán dieron a conocer en el periódico El Tiempo
el 12 de febrero de 1846, las principales ideas de quienes ya se denominaron
conservadores.[18] Básicamente esta asociación aspiraba a formar
un partido fuerte que hiciera contrapeso a la facción republicana y al
predominio de ideas federalistas del vecino país del norte. Para este grupo, el
amago desintegrador no era producto de la casualidad, sino consecuencia del
peligroso sistema republicano federal, por cuya causa se había perdido más de
la mitad del territorio nacional. De lo anterior se deduce que tanto
republicanos como monarquistas deseaban un ejecutivo fuerte capaz de apaciguar
las aguas.
Con la problemática situación política mexicana, Lucas Alamán y Miguel
Lerdo de Tejada (1812-1861) escribieron a Santa Anna sendas cartas, tras ser
electo presidente por el término de un año según el Plan Arroyo Zarco
(20 de octubre de 1852).[19]
El primero quería acabar con el federalismo, conservar la religión católica,
establecer una nueva división territorial que borrara la forma de estados y
fortalecer las escuelas de Artes y Oficios. El segundo pidió continuar con el
sistema federal, la formación de un buen ejército, instrucción para el pueblo y
corregir los abusos del clero.[20]
Cabe resaltar que ambas facciones pidieron la inmigración europea,
sin embargo, Alamán exigía además la asiática para el cultivo de productos
tropicales. Pero acaso ¿no en Asia se practicaban otros cultos? y ¿no acaso los
conservadores deseaban la preservación de la religión católica? Volvió a salir
otro problema, la situación de la Iglesia en el nuevo Estado nacional.
Desde la independencia de México y aún antes, el clero como
representante de la Iglesia era uno de los poderes legitimados en el gobierno.
Además de esto, el clero también gozaba de inmunidad, así como del aprecio y
respeto de la mayoría de los mexicanos, pues, eran ellos quienes encarnaban la
idea de la divinidad. Hasta entonces, su figura dentro del gobierno y la
sociedad se consideraba necesaria. El mismo clero creía que sin su presencia
los hombres no podían gobernarse, ni ser felices.[21]
Litografía de Decaen |
De esa manera, el clero había adquirido amplios derechos dentro de la
esfera política, social y económica. Al paso de los años aquel se transformó en
una importante fuerza político-económica. Si bien la inmunidad concedida a los
representantes de la Iglesia por los monarcas españoles los dignificaba por ser
uno de los brazos de la monarquía española, también les permitía fungir con
cargos públicos y adquirir bienes materiales. Pero cuando las ideas liberales
reformistas se apoderaron del ambiente político mexicano, se planteó la
necesidad de separar los poderes del Estado y de la Iglesia, así como la idea
de tolerancia de cultos y la desamortización de los bienes del clero, sin que
esto condujera al cese del catolicismo.
De hecho, ya desde 1833 el partido progresista encabezado por José
María Luis Mora (1794-1850) había pretendido el sometimiento de la Iglesia
dentro del Estado mexicano, sólo que como entonces existían ciertas prácticas
coloniales que se mezclaban con asuntos civiles y eclesiásticos, se intentó que
el Estado nacional ejerciera el Patronato y con esto “...convertir a los
eclesiásticos en funcionarios públicos y a la Iglesia en un órgano del Estado”.[22]
Para la segunda mitad del siglo XIX y hasta la década de los sesentas
con el establecimiento del Segundo Imperio Mexicano, la situación para el clero
fue más crítica. Para entonces se justificó jurídicamente la separación de
poderes Iglesia-Estado. El sistema monárquico se presentó bajo una
contradicción política, con una doctrina liberal encaminada a la construcción
de un Estado moderno donde el monarca no se subordinaría al poder de la Iglesia
y con ejercicio de la soberanía nacional, según lo dejó ver Maximiliano
(1832-1867) con los Notables al exigir una prueba de ser aclamado por los
mexicanos.
Sin embargo, la Iglesia negaba el principio de soberanía nacional,
principalmente porque le restaba privilegios al subordinarse a otra potestad.[23]
De acuerdo a las políticas liberales reformistas y maximilianistas, el Estado y
no la Iglesia debía fijar las reglas políticas, económicas y sociales. Por otro
lado, la idea de tolerancia de cultos implicaba la apertura al capitalismo
previsto por la doctrina liberal, era la posibilidad de enriquecer al país. Esa
idea fue tomada por el clero y los monarquistas conservadores, como un ataque a
las tradiciones y a la religiosidad de los mexicanos.
La idea de tolerancia manifestada en ley desde el 4 de diciembre de
1860 y reafirmada por Maximiliano, puso en peligro las condiciones favorables
del clero y los monarquistas conservadores. Queda claro entonces que se trataba
de una lucha anticlerical, no antirreligiosa.
El 20 de abril de 1853, Santa Anna asumió el poder y con apoyo de
Alamán se publicaron las Bases para la administración de la República.[24]
En ese documento, el grupo monarquista sembraba las bases para establecer un
poder que frenaba al federal. Entonces
Santa Anna estableció un gobierno dictatorial investido de monarquía, al grado
de nombrarse Alteza Serenísima. Pretendió ser soberano de una nación que había
rechazado en 1822 a un nacional como monarca y al mismo tiempo buscar ayuda de
un ejército europeo para su protección, es decir, una monarquía nacional con
intervención armada.
Antonio López de Santa Anna |
La nueva mutilación del territorio nacional en 1853 y la situación de disgusto creada por su
Alteza Serenísima, influyeron en el estallamiento de la Revolución de Ayutla.
Básicamente la revolución se impuso contra el gobierno de Santa Anna, por haber
infringido las instituciones liberales republicanas. Pronto la presión política
hizo que Santa Anna renunciara al poder en el año de 1855. Ahora tocaba a sus
opositores mediante el Plan de Ayutla (1 de marzo de 1854) luchar para
restablecer el régimen republicano, fuera bajo sistema federal o central.[25]
Ya desde 1851 un monarquista francés cuya doctrina política se dijo
liberal, inauguró un sistema monárquico constitucional que sin el derecho
divino, se proclamó por soberanía popular, Emperador de Francia. “Napoleón III,
renunciando a la teoría del origen divino del Imperio, como aconsejaban los
sucesivos desastres de la monarquía, se limitó a sustituir la vieja concepción
por otra que presentaba al emperador como la encarnación de la soberanía
popular”.[26] Luis
Napoleón (1808-1873), sobrino de Napoleón el Grande, quebró su juramento a la
República francesa y sin tener más rango real que el de su tío, rompió con el
concepto del poder absoluto por el de soberanía popular.
México, el país que no funcionaba como República y que España le había
acostumbrado a funcionar bajo un virreinato, fue uno de los objetivos de
Napoleón III. Y ante los disturbios políticos en que se encontraba el país, el
Emperador francés “creyendo que el
legado de su tío estaba en continuar las conquistas territoriales (...) mandó
sus soldados a México. Todo esto mientras engrandecía y embellecía a París y
conspiraba contra las libertades públicas; conspiraba también contra la
soberanía mexicana”.[27]
Esta fue la postura de un monarquista que desde el viejo continente, planeó la
intervención francesa y la creación de una monarquía favorable a sus intereses
y al pujante liberalismo económico europeo, pero también contra el
expansionismo norteamericano.
En México mientras tanto, los grupos políticos liberales, admitían como
primera necesidad un régimen de gobierno estable y con un orden interior que
abriera el camino al capitalismo. Una vez electo Juan Álvarez (1790-1867) como
presidente en el año de 1855, tuvo lugar el dilema entre las distintas
facciones. Aquellas divergencias dieron por resultado las leyes que fueron
bandera de la Reforma, pero también objeto de censura de algunos miembros del
clero y del grupo monarquista conservador.[28]
Reunido el Congreso Constituyente a principios de 1856,[29]
el alegato giró en torno a dos cuestiones: primera, la elaboración de una nueva
legislación y segunda, la restauración de la Constitución de 1824. En otras
palabras, entre tintes de ideas avanzadas y drásticas cuyo primordial interés
era la transformación de la sociedad y gamas tonales inclinadas a frenar una
reforma trascendente y orientada a los cambios paulatinos.
Algunos partidarios de ideas avanzadas, como Ignacio Manuel Altamirano
(1834-1893), Guillermo Prieto (1818-1897) y Ponciano Arriaga (1811-1863)[30]
y a diferencia de los tonos moderados como Ignacio Comonfort (1812-1863) y José
María Lafragua (1813-1875), querían realizar cambios en la legislación e
implantar leyes que colaboraran al progreso económico, político y cultural de
la República. Y es que sin duda alguna, de aquellas sesiones como lo fueron las
Leyes de Reforma y la nueva Constitución de 1857, resultaron medidas drásticas
que a pesar de estar diseñadas para el progreso del país, fueron también el
detonante del periodo conocido como la Guerra de Tres años.
Benito Juárez |
Aquella legislación era arbitraria. Lo era porque tocaba un punto
vulnerable de México: una sociedad que no acababa de sobreponerse a la
transformación de sus tradiciones. Tradiciones en las cuales no encajaban esas
leyes fabricadas por liberales cuya doctrina política estaba pensada para el
porvenir y no para su realidad socioeconómica presente. Vino así el
desconocimiento de esa legislación por parte de Félix Zuloaga (1813-1898),
quien representaba una parte de la facción conservadora y quien además fue
nombrado Presidente de la Republica, una vez que Comonfort abandonó el país.[31]
Al mismo tiempo, la renuncia del último representó la toma de posesión de
Benito Juárez (1806-1872) como Presidente interino, quien hasta ese momento
había ocupado el cargo de Vicepresidente de la República. Esto ocasionó una dualidad de poderes en el
país.
Una vez Juárez en el poder, reivindicó la Constitución y las Leyes de
Reforma y abandonó la capital, debido a que la facción conservadora
representada por Zuloaga se había adueñado de aquel sitio. Juárez entonces
instaló su gobierno en Guanajuato primero y al año siguiente en Veracruz.[32]
Y, así, con la dualidad de poder, tuvo lugar la pugna entre facciones. En el
fondo el asunto giraba en torno a dos problemas centrales: la transformación
violenta del modo de vida de la sociedad mexicana y la conservación de las tradiciones, hábitos y
modos de vida, así como la creencia de que ésta progresaría mediante las
relaciones monárquicas. La Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma atacaban
principalmente las costumbres, así lo consideró el clero y los monarquistas
conservadores. Para éstos, aquella legislación fue una violación a la práctica
de sus creencias y el clero que a lo largo del siglo XIX había sido partícipe
de la política de México, se encontró cada vez más impotente frente a la
Reforma.[33]
Miguel Miramón |
Bajo este contexto, otro grupo político “...que no estaba ni con Juárez
ni con Zuloaga”,[34] se
pronunció contra el gobierno establecido. El general Miguel Miramón (1832-1867),
cabeza de aquel grupo, asumió la Presidencia de la República desde el 2 de
febrero de 1859. Este gobierno fue desconocido por Juárez y un año y medio
después fue derrotado. Una vez
victoriosos los republicanos juaristas se instalaron en el país los postulados
liberales. Sin embargo, cuando Juárez entró a la capital el 11 de enero de
1861, se encontró con una economía en bancarrota y con una sociedad que no
encajaba dentro de la legislación reformista.
Emperador Maximiliano |
Con todo, el dominio de los liberales republicanos en México durante
esta época y hasta el Segundo Imperio, sería precario o constantemente
amenazado por los monarquistas que deseaban la continuación del antiguo régimen
imperial. Ambas matizaciones políticas, que a su vez abarcaban otras, perseguirían
tres cosas: la entrada del capitalismo en México, la conservación de sus
intereses y, finalmente, el orden interior, el problema fue que no existió
acuerdo en sus propuestas políticas como tampoco en relación a la forma de
gobierno para México.
[1] México, como nación independiente, según opinión de O’Gorman, emergió
de la Nueva España y ha pasado por tres entidades históricas distintas y al
mismo tiempo vinculadas: el Imperio Mexica, el virreinato de la Nueva España y
la nación mexicana. Es necesaria esta aclaración afirma el autor, porque en la
historia de las ideas políticas de México existen dos tesis paralelas y
opuestas: primera, que el México actual no es sino el mismo que encontraron los
españoles en 1492; segunda, que el México actual es la Nueva España que ha
llegado a su madurez y mayoría de edad. Sin embargo, la actual República de
México no es el Imperio de Moctezuma, ni el Virreinato de la Nueva España, sino
un ente distinto que surgió de ese virreinato y éste a su vez de aquel imperio,
en O’Gorman, Edmundo. La
supervivencia política novo-hispana. Reflexiones sobre el
monarquismo mexicano, Fundación Cultural CONDUMEX, Centro de
Estudios de Historia de México, México, 1969, pp.7-9.
[2] Ibidem, p.16.
[3] Lucio Levi asegura que la legitimidad hacia un gobierno, hacia ese
conjunto de funciones en que se concreta el ejercicio del poder político,
resulta cuando una parte relevante de la población asegura la obediencia hacia
ese gobierno, sin necesidad de recurrir a la fuerza y también, cuando ese mismo
gobierno se haya formado en conformidad con las normas del régimen y ejerza el
poder de acuerdo con esas normas, de tal forma que exista respeto hacia los
valores de la vida política. Sin embargo, dice O'Gorman, el imperio de Iturbide
mostró un grave problema, y fue, la carencia del prestigio personal que
requiere un rey y sobre todo la legitimidad dinástica que es el natural
fundamento de esa investidura, en LEVI, Lucio, “Legitimidad”, en N. Bobbio y N.
Matteuci, op.cit., t.2,
pp.892-897 y E. O'Gorman, op.cit., pp.15-17.
[4] Según opinión de Paolo Colliva, la constitucionalización de la
monarquía se inició en Inglaterra, luego en Francia y más tarde por doquier en
el siglo XIX, este sistema representó el predominio de la ideología de la
burguesía victoriosa, que salvó lo que quedaba del antiguo régimen monárquico y
lo insertó en un sistema donde los brazos del poder habían pasado a otras
manos. Con el sistema constitucional, el
poder siguió siendo divino, sin embargo, la monarquía ya no fue una institución
por encima del Estado sino un organismo más de éste. A través de la monarquía constitucional, el
rey se convirtió en un simple representante de la personalidad del estado y
adquirió una función certificatoria y ratificatoria de las decisiones tomadas
por su gabinete de gobierno, en COLLIVA, Paolo, “Monarquía”, en N. Bobbio y N.
Matteuci, op.cit., t. 1, p.1054.
[5] A diferencia de la monarquía constitucional, en el sistema
absolutista, el poder se centraba en una sola persona, el monarca.
Generalmente, estaba constituido sobre una base hereditaria y su poder era
atribuido a través del representante de Dios en la tierra, el Papa, esto es,
por Dios y no por soberanía popular. El monarca era superior a todos, pero
protegía al clero, a la nobleza y a la burguesía, quienes encontraban en la
monarquía absoluta la garantía y conservación de su posición, en Ibid., t. 1, pp. 1049-1054.
[6]
E. O'Gorman, op.cit., p. 17.
[7]
Ibid., p.21.
[8] BENSON, Nettie Lee. La
diputación provincial y el federalismo mexicano, México, El Colegio de
México-Universidad Nacional Autónoma de México,
1994, pp.19-32.
[9]
Ibid., p.24
[10]
Ibid., p.25.
[11] O’Gorman, Edmundo. Historia
de las divisiones territoriales de México, México, Ed. Porrúa, 1994, p.73.
[12] E. O’Gorman. La
supervivencia política, op.cit., p.27.
[13] Costeloe, Michael P. La República central en México, 1835-1846.
“Hombres de bien” en la época de Santa Anna, México, Fondo de Cultura
económica, 2000, p. 71
[14] Vázquez Josefina Zoraida, “Los primeros tropiezos”, Historia
general de México, t.2, México, el Colegio de México, 1996, p.809.
[15] M. Costeloe, op.cit.,
p.377.
[16] J.Z. Vázquez, op.cit., p.810.
[17] La nueva división territorial de México quedó establecida en el Tratado
de Guadalupe firmado entre México y los Estados Unidos el 2 de febrero de
1848, en Ibid., p.818.
[18] Alamán, Lucas, “Profesión de fe de los conservadores”,en L. González
y González, op.cit., pp.129-130.
[19] J.Z. Vázquez, op.cit.,
p.810.
[20] González Navarro, Moisés. Anatomía del poder en México (1848-1853),
México, El Colegio de México, 1977, pp.362-373.
[21] Abad y Queipo, Manuel,
“Representación sobre la inmunidad”, Mora José María Luis, Obras
completas. Obra política T. III, México, SEP-Instituto de Investigaciones
Dr. José María Luis Mora, p.18.
[22] Galeana de Valadés Patricia. Las relaciones Iglesia-Estado durante
el Segundo Imperio, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991,
p. 17.
[23] Ibidem, p.2.
[24] E. O'Gorman. La
supervivencia política, op.cit., p.45.
[25] J.Z. Vázquez, op.cit., pp.829-831.
[26] Pirenne, Jacques. “Triunfo del
libre cambio y expansión y crisis del liberalismo en los países atlánticos”, Historia
Universal t. VI, Estados Unidos, Grolier International, 1973, p.64.
[27] Valadés, José C., Maximiliano y Carlota en México. Historia del
Segundo Imperio, México, Ed. Diana, 1993, p.76.
[28] La primera ley fue, la Ley de administración de Justicia y Orgánica de
los Tribunales de la Nación del Distrito y Territorios o Ley Juárez, del 23 de
noviembre de 1855, elaborada por Benito Juárez (1806-1872), ministro de
Justicia durante el gobierno de Álvarez.
Una vez Ignacio Comonfort en la presidencia (1855-1858), se expidieron:
la Ley de desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de las Corporaciones
Civiles y Religiosas o Ley Lerdo, realizada por Miguel Lerdo de Tejada
(1812-1861), ministro de Hacienda, el 25 de junio de 1856; la Ley Orgánica del
Registro del Estado Civil, el 27 de enero de 1857, que reguló el
establecimiento y uso de los cementerios y la de Obvenciones Parroquiales o Ley
Iglesias, del 11 de abril del mismo, elaborada por José María Iglesias
(1823-1891), ministro de Justicia, en J. Z. Vázquez, op.cit.,
pp.832-833.
[29] El 18 de febrero de 1856, el Congreso Constituyente inauguró sus
labores y de 155 diputados electos, sólo asistieron a las primeras sesiones
unos 80 y esta cantidad fue disminuyendo conforme las sesiones avanzaron,
parecía que entonces existía desconfianza
y tibieza entre los asistentes. Y es que, debido a sus cargas políticas,
las nuevas leyes no combinaban del todo con su tendencia política, en RABASA,
Emilio, La Constitución y la Dictadura, México, Ed. Porrúa, 1956, (1ª
ed. 1912), p. 33.
[30] E. O'Gorman. La
supervivencia política, op.cit., p.52.
[31] El 11 de enero de 1858, Ignacio Comonfort entregó el mando de la
presidencia a Benito Juárez, quien fue puesto en libertad ese mismo día, luego
de ser hecho preso. Comonfort salió de Palacio con destino a Veracruz y el 7 de
febrero se embarcó con dirección a los Estados Unidos, esto luego de apoyar el Plan
de Tacubaya de Félix Zuloaga (17 diciembre 1857), en el cual se desconocía
la Constitución de 1857, en Ibidem, pp.
841-842.
[32] Ibid., pp.254-255.
[33] P. Galeana de Valadés, op.cit.,
p.3.
[34] J. Z., Vázquez,
op.cit., p.844.
Muy interesante el articulo, me encanta leer sobre la historia de mi pais
ResponderEliminarMe agrada saber que te gustó el artículo y que te interesa la historia de México. La verdad que es importante conocer nuestro pasado porque eso nos permite entender nuestro presente. Muchas gracias por tus palabras, Fabian.
ResponderEliminarSaludos,
Alejandra
La profunda visión de don Edmundo O’Gorman y su aseveración de que la monarquía era “...la natural consecuencia del rompimiento con España, como lo patentiza el hecho de que no hubo necesidad de justificar la adopción de ese sistema...” me lleva a concluir que por medio de distintos "experimentos" políticos México ha llegado a ser una entidad insospechada en el momento de la separación con España. Adelante Alejandra con tus aportaciones.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. La verdad que la historia política de nuestro México es muy interesante, todo un caso de análisis, pues esos "experimentos", del siglo XIX como usted menciona, tienen mucha relación con los modelos políticos que se deseaban para México, con los debates entre la instalación de un gobierno republicano o monárquico, en fin...
ResponderEliminarMuchos saludos y por aquí seguiremos.
Alejandra
Signos para interpretar y que no se ha hecho: barbas y bigotes de algunos personajes -entre ellos Maximiliano- y ausencia de ellos en otros, por ejemplo, Juárez. ¿Cómo interpretar la presencia o ausencia de bigotes y barbas? ¿Había alguna intencionalidad política?
ResponderEliminarLa verdad que existe mucho por investigar y en relación a lo que me pregunta, podría decirle que Maximiliano tenía un rostro muy peculiar pues su maxilar superior era mas prominente que el inferior y sus dientes destacaban, así que quizá una forma de disimularlo era con las barbas y el bigote que además para la época era común que los hombres lucieran ese tipo de barbas largas y, no se puede olvidar que Maximiliano descendía de la nobleza y era muy importante el cuidado se su persona y de la imagen que pudiera dar, así que había muchos aspectos que se cuidaban en sus rostros, cuerpos y vestiduras. Con Benito Juárez eran otras las circunstancias, no acostumbró llevar barbas, su origen no era noble y su rostro limpio en el sentido de dar la cara, sin embargo también fue una persona cuidadosa de su imagen pues él tenía una cicatriz en su labio superior y eso no se ve en sus fotografías y pinturas, así que esto es otra línea de investigación...
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario,
Saludos
Alejandra
La bandera del primer imperio contiene los siguientes elementos
ResponderEliminar1) tres franjas diagonales: roja-verde-blanca
2) tres estrellas: blanca (en la franja roja); roja (en la franja verde); y verde (en la franja blanca)
3) un ¿lema? Unión-Religión-Yndependencia
4) una corona (¿escudo?)que involucra los tres colores y una cruz.
¿Cómo interpretarla?
¡Harto distinta a la vigente bandera!
Felicidades por tu blog y espero publicaciones con más frecuencia.
pff muy buena informacion... que aunque esta muy larga esta muy interezante...
ResponderEliminarLIKE amiga... me encnto y me servira par mi tarea de historia...
Me parece muy bien que te guste este artículo y que te sirva para tu tarea. La historia es apasionante.
ResponderEliminarSaludos.
Alejandra
Yo siempre que leo este tipo de articulos realzo mi coraje contra los invasores y las injusticias, y demarco a los mexicanos en su decadencia de la pelea por sus derechos y libertades
ResponderEliminarDE: MIGUEL PADILLA
Miguel Padilla, muchas gracias por su comentario. La verdad que la historia de México y en específico el siglo XIX es una historia fascinante, una historia de invasiones, de transformaciones, experimentos políticos, fracasos y victorias, no obstante considero que todo ello nos ha dado un carácter a nosotros los mexicanos y hasta la misma "decadencia de la pelea por los derechos y libertades" que usted menciona tiene una explicación. Somos el legado de una serie de acontecimientos buenos o malos que nos han hecho ser como somos y, sería muy bueno que desde pequeños se nos hiciera ver hacia atrás, hacia nuestra historia con la intención de analizarnos y adoptar una posición crítica y ver nuestros fallos, sin embargo también reconozco que como humanos somos imperfectos, en fin.
ResponderEliminarUn abrazo y muchas gracias por sus palabras.
MUCHAS GRACIAS ME ENCANTA ESTA PAGINA ESTA MUY INTERESANTE SIEMPRE ES BUENO CONOCER A FON LA HISTORIA DE NUESTRO PAIS QUE ES MUY RICO EN CULTURA, TRADICIONES Y PAISAJES DIVERSOS GRACIAS.
ResponderEliminarGracias a tí por tus coementarios y visita, Paloma. Me da gusto que te parezca interesante esta página y que te guste la historia que es apasionante...
ResponderEliminarMuchos saludos y por aquí seguiremos.
Alejandra
Alejandra, excelente artículo. Soy aficionado del siglo XIX mexicano. Has escrito mas? Quería hacer mi tesis sobre la monarquía mexicana, especialmente el 2o Imperio. Tienes correo electrónico?
ResponderEliminarMuchas gracias, Alberto, ya somos dos apasionados del siglo XIX y en relación a que si tengo más material, pues toda mi carrera ha girado en torno al siglo XIX desde la licenciatura, así que tengo varias cosas.
ResponderEliminarMi correo electrónico, pues ya lo sabes, ya vi tu mensaje.
Muchos saludos.
Alejandra
me gusto mucho tu artículo, pero realmente me gustaría saber cuáles son las causas concretas por las cuales no se pudo establecer durante ese periodo un buen proyecto de nación, pues me gusta mucho saber sobre la historia de mi país, los antecedente de nuestra situación actual y esa es una pregunta que me a estado rondando en la cabeza por bastante tiempo. Te agradecería muchísimo si contestaras mi pregunta
ResponderEliminarMe gusto mucho quisiera aprender mucho como tu alejandra
ResponderEliminarSaludos alejandra
Me da mucho gusto recibir tus palabras Luis. Solo puedo decirte que la Historia, así como los libros y documentos y todo aquello que nos informe sobre el pasado están a la orden de todo aquel interesado como tu...
ResponderEliminarMuchos saludos.
Alejandra
Alejandra, buscaba un texto que resumiera la política del México decimonónico para una clase de historia, encontré tu blog. Te felicito fue exacto lo que necesitaba. Compartiré tu blog con mis alumnos para que te lean. Roberto Escobar V.
ResponderEliminarHola Roberto, un gusto saber que fue de tu agrado el escrito y más aún saber que será productivo para tus alumnos.
EliminarMuchos saludos.
Alejandra