Alejandra López
Camacho
Interpretación
es siempre algo que tiene dos caras o aspectos: comprender y expresar. Si el
intérprete ha comprendido mal, expresará mal, pero sólo en la expresión podrá
juzgarse y tratar de probarse que ha comprendido mal.[1]
Sobre el tema y la problemática en el léxico de la época
En un periodo de vaivén político
como lo fue la segunda mitad del siglo XIX, la aclaración, justificación y
definición de las palabras e ideas resulta compleja si tenemos en cuenta que el
léxico utilizado por los grupos políticos para discutir, hacer política,
definir a un partido y escribir en un periódico, cambiaba al ritmo que mudaban
los grupos políticos en el poder. En ese sentido cabe advertir que los
conceptos de la época están influenciados por ideas, creencias y corrientes
políticas: liberales, conservadoras, democráticas, federalistas, centralistas,
progresistas y moderadas.
Sí
bien es complejo entender la historia política del siglo XIX mexicano por los frecuentes
cambios en los sistemas de
gobierno, en las legislaciones y en las personas que ocupaban
el poder, más complicado resulta analizar el léxico utilizado por la
gente del ambiente ilustrado que leía, escribía, participaba en la política, debatía y discutía en torno del
porvenir de México. En ese contexto, cuestiones cotidianas como fueron las comunicaciones escritas de un diario adquieren suma importancia para la historia de las ideas políticas.
La
sección editorial del diario La Sociedad,[2] punto de enfoque del presente estudio, es un testimonio
de significativa importancia para la historia de las ideas políticas en México.
“El discurso es el vehículo privilegiado para acceder al imaginario: son los
“lenguajes políticos” los que definen los “grandes temas” que enmarcan y dan
forma al debate de una época.”[3] Pero si bien los conceptos
políticos contenidos en los editoriales muestran la cultura del debate de un
grupo de personas del ambiente periodístico y político, también revelan el
devenir de una sociedad cuyas formas de vida se vieron perturbadas a
consecuencia de los cambios suscitados a lo largo de la primera mitad del siglo
XIX.
Los debates en torno a la
significación de las palabras fueron una
constante en el discurso periodístico de la
segunda mitad del siglo XIX. El análisis de los conceptos y la interpretación
de los mismos permitían el debate entre los que participaban en la política y discutían en torno del porvenir de
México. Sin embargo, la falta de coincidencia en la interpretación de los
conceptos hacía que el sentido de las palabras se
tornara confuso. A esto se agrega que en la mentalidad de algunos grupos
políticos, como los conservadores que integraban La Sociedad, persistían
significaciones del Antiguo Régimen.
A
decir de este grupo político y periodístico, el sentido
de los conceptos se había deformado y dentro de ese nuevo sentido, ingresaban las significaciones falsas y
caprichosas que servían a los intereses “...de los hombres y de los partidos
que alternativamente dominan en el campo de la política o en las regiones del
poder”.[4] Esta nueva significación
de las palabras fue interpretada como “una especie de mercado en el cual se
trafica con la credulidad, con la ignorancia y con las pasiones del vulgo”,[5] lo que daba lugar a que
los conceptos se transformaran en vanas apariencias, decían los periodistas.
Así llegaban a afirmar que las palabras ya no eran respetadas en su
significación antigua, por el contrario, resultaban palabras acomodaticias,
fórmulas oficiales que,
…emplean indistintamente
todos los que se hallan en posición dominante para exigir la obediencia, la
consideración, el respeto de los demás, y para dar un carácter de justicia y de
conveniencia a los actos y medidas de represión y de seguridad, cuyo objeto no
es muchas veces otro que el de sostener esa misma dominación.[6]
Ese
sentido ambiguo en
las palabras fue apreciado por los periodistas como un intento de dominio
social y político por parte de quienes habían permanecido en el campo del poder
y como una falta de respeto al lenguaje utilizado por la misma sociedad.
Es decir, se trataba de significaciones demagógicas
impuestas sobre lenguajes que pertenecían a un orden anterior. Esto finalmente
constituía una negociación política para ganar credibilidad, a más de tratarse
de un periodo en transformación política y social. ¿Qué envolvía esto?
Básicamente una lucha por la legitimidad del lenguaje, de las creencias, de los
hábitos y las costumbres y desde luego, la lucha por la legitimidad de una
sociedad y una autoridad que se apreciaban degradadas.
Se quiere persuadir por lo
común que la sociedad está interesada en mantener una situación de la que sólo
unos cuantos reportan todas las ventajas, todos los beneficios, en tanto que
los demás se ven privados de todos los derechos, de todas las garantías que son
el fin de la misma sociedad; y se interpreta por sentimiento y conformidad el
silencio y la sumisión forzada y pasiva, que no es muchas veces sino el
resultado del decaimiento y de la debilidad. En el último periodo de la
dominación demagógica se ha visto hasta que punto se puede abusar del sentido
de la palabra “orden público”: ella, en la boca de ciertos hombres, es un
verdadero contrasentido, un insultante sarcasmo.[7]
Lo que existió por lo tanto fue una lucha político
ideológica entre las facciones; lucha que involucró la manipulación de la
voluntad nacional. De esta forma, si un partido confería un significado a las
palabras, el partido opuesto le haría sentir su error y al mismo tiempo
demandaría su propia significación o en su caso debatiría el sentido de un
concepto. Y en esa lucha por la significación de las palabras, la persuasión
fue el elemento fundamental, la llave de la dominación, la clave del silencio.
Los periódicos de la segunda
mitad del siglo XIX y en específico de la década de 1857 a 1867, son registros
importantes para el estudio de las acciones, los proyectos, los deseos, los
fracasos y por supuesto, las ideas de quienes empuñaron la pluma y capitanearon
la edición. Los discursos periodísticos del
diario La Sociedad son testimonios de significativa importancia para la
historia de las ideas políticas en México. Y a la par muestran las
preocupaciones de un grupo de personas del ambiente periodístico y político y
el devenir de una sociedad cuyas formas de vida se vieron perturbadas a
consecuencia de los cambios provocados por las Leyes de Reforma, la
Constitución de 1857, la guerra civil, la intervención y el Imperio.
Si bien la idea de la
legitimidad política está presente en La Sociedad, a esto se agrega la
presencia de conductas y creencias católicas de quienes a través de la tinta y
el papel hicieron palabras sus comportamientos políticos. Tal es el caso de los
periodistas del diario para quienes la Divina Providencia constituyó el
principio de autoridad y los principios señalados por la religión católica, las
leyes divinas emanadas de aquella autoridad.
Esto no necesariamente quiere decir que los proyectos representados en los
editoriales se practicaran, importa decir que pertenecieron a imágenes,
recuerdos, expresiones y realidades culturales de las comunidades a las cuales
se debían y estos a su vez definen una intencionalidad que obedece a
tradiciones, costumbres, creencias y en fin, a conductas y formas de vida que
pretenden ser explicadas.
Tratar de acercarse a la interpretación de legitimidad
política en los años que van de 1857 a 1867 y sobre todo, a través del discurso
periodístico conservador, representa recapacitar sobre el tipo de personas que
escribían en la publicación. Representa además, reflexionar sobre los
principios conservadores que sostenían la publicación y desde luego, reparar en
que las creencias religiosas y el poder religioso no estaban desprendidas de la
política mexicana. La década de 1857 a 1867, es el tiempo cuando se promulga la
Constitución de 1857 y cuando aparece el Plan de Tacubaya que desconoce
aquella legislación. Es igualmente el periodo de la guerra de Tres Años, cuando
van a estar en el poder Benito Juárez, Félix Zuloaga, Miguel Miramón y
Maximiliano de Habsburgo. Y en ese transcurso, periódicos de tendencia
conservadora como La Sociedad de la ciudad de México aparecieron con un
propósito: contribuir en la construcción de la legitimidad política de México
para cortar el mal hecho por la demagogia que había aplaudido la Constitución y
había arrastrado a la nación a una guerra social, según determinaron los
periodistas el 27 de diciembre de 1857, fecha de reaparición del periódico.[8]
A decir de Reynaldo Sordo Cedeño, el término conservador es
ambiguo y se presta a confusiones. De ahí que, dice Cedeño, “normalmente se le
confunda con tradicionalista, retrógrado o reaccionario, eso si nos movemos en
el campo de la ciencia política, porque si nos movemos a otros campos, como el
de la economía, tenemos el paradójico resultado que al defensor de las ideas
liberales del más puro laissez-faire se le cataloga como un
conservador.”[9]
Sin embargo, a partir de la lectura y análisis del discurso político de La
Sociedad, es necesario considerar que el conservadurismo, representado por
este grupo, tuvo el propósito, como otros grupos políticos, de colaborar en la
construcción de la estabilidad, pacificación y orden que el país necesitaba
para establecer la suspirada legitimidad
política.
De esta forma hemos de enfrentarnos con un conservadurismo
que si bien lucha por la conservación de sus creencias religiosas y de sus
privilegios, también lucha por establecer unas leyes y un orden adecuado a las
circunstancias del momento, sea bajo la república o la monarquía. Para el
conservador de La Sociedad, las transformaciones no sólo no debían ser
violentas, sino que no podían tocar ciertos principios e instituciones como la
Iglesia y las creencias religiosas, entre otras cosas. Dentro de este aspecto ha
de tenerse en cuenta que este grupo político se identificará más con un
conservadurismo que tiende a preocuparse por la práctica que por la teoría. Así este grupo
conservador, como dice Sordo Cedeño en relación al pensamiento de Edmund Burke,
creerá en un designio divino que rige la sociedad y que los problemas políticos
son problemas religiosos y morales. Creerá también como Burke, que la sociedad
civilizada requiere de órdenes y clases y en que la igualdad económica no
implica progreso económico.[10]
Así, para La Sociedad un gobierno conservador gozaba
de legitimidad política siempre que reuniera esta serie de características y
respetara el orden social. De este modo, el conservadurismo que estaría
presente en la publicación se ampararía en la Historia y en la experiencia como
principio de las bases sociales. De ahí que los cambios propuestos por el
gobierno tenían que estar basados en la experiencia histórica y en la
prudencia, como también señala Reynaldo Sordo.[11] Y a decir de Javier
Rodríguez Piña “las expresiones políticas conservadoras las podemos encontrar
fácilmente enraizadas desde el proceso mismo de la independencia. Tanto el Plan
de Iguala, como los Tratados de Córdoba y, desde luego, el efímero Imperio de
Iturbide.”[12]
En suma hemos de decir, utilizando
palabras de Rodríguez Piña, que dentro de los materiales más propicios para
estudiar el conservadurismo, “la fuente más propicia la constituyen los
periódicos. Es en ellos donde se plasman y se debaten las ideas y los
principios, y es a través de ellos que se puede reconstruir el contexto en el
cual se desarrollaban los acontecimientos.”[13] Así precisamente a partir
de los textos de La Sociedad y particularmente de lo que podemos
describir como palabras-tema, pretendemos realizar un acercamiento, centrándonos
en el tema de la legitimidad política, con una doctrina política que ha sido
tachada de “reaccionaria y antiliberal” por la historiografía positivista
heredada del Porfiriato.[14]
Repensar
la legitimidad política de México a través de La Sociedad.
La
atención prestada a las palabras y a los valores propios de los actores
concretos de la historia es una condición necesaria para la inteligibilidad.
Hay que aprehenderlos en el contexto en el que se utilizaron, sin pasar por
alto las ambigüedades que llevaba consigo el hecho de que las palabras antiguas
eran las únicas disponibles, en la época revolucionaria, para describir y
entender situaciones políticas y culturales radicalmente nuevas.[15]
Hablar de la legitimidad
política de los gobiernos mexicanos, a través del discurso periodístico de La
Sociedad en los años que van de 1857 a 1867, es aludir a una familia de
conceptos estrechamente relacionados con una preocupación política esencial de
la época: la creación de un gobierno con autoridad y respeto.[16] Es también referirse a una cultura de
ambigüedades léxicas, interpretada como la falta de concordancia entre símbolos
y significados, conceptos e interpretación de los mismos.
Analizar
la legitimidad política de México, vía editoriales decimonónicos, requiere
tener en cuenta las nuevas y viejas interpretaciones de los conceptos
utilizados para hacer política. Esto es necesario en la medida que permite
observar los mecanismos de transición en la significación de las palabras. Así
precisamente, un aspecto que van a mostrar los editoriales será la diversidad
de interpretaciones
de lo que se consideraba legítimo,[17] aunado a la problemática
de la inestabilidad política de México, resultante del enfrentamiento de las distintas
perspectivas de cómo debía ser el Estado y de lo que hacía o no legítimo a un
gobierno. Y en esto interviene la falta de concordancia entre leyes y
tradiciones, ideologías y creencias religiosas, antiguos y nuevos lenguajes.
En
consecuencia los editoriales van a mostrar un lenguaje político mezclado con
otro religioso. Así se hablará de castigos y perdones
divinos y humanos, de periodos de luz y momentos de tinieblas. Se
establecerá que es el dedo de Dios el que determina el camino de las sociedades
en el porvenir y que los gobiernos sólo son instrumentos de su justicia y su
castigo. A partir de ahí, conceptos y discursos tratarán de explicar y juzgar
la realidad desde un punto de vista político-religioso. Fernández Sebastián
señala que “el lenguaje de una época y su semántica, nos dice mucho sobre el
modo en que los hablantes pensaron las cosas en un momento determinado”.[18]
Conviene pues recapacitar en el problema que enfrentó
el grupo que integraba La Sociedad, en su propósito por cooperar en la
instalación de la legitimidad política de México.
En
consecuencia es necesario comprender “desde dentro”,[19]
las prácticas de uso de cada uno de los términos que estuvieron estrechamente
unidos con la legitimidad política de los gobiernos mexicanos durante la década
de 1857 a 1867. Pero para ello es necesario comprender que es una palabra tema.
Las
palabras-tema y su conteo
Hay palabras que han
ejercido mucha influencia en la suerte del mundo; palabras que tienen el
privilegio, más que de significar una idea, de representar una situación
entera, próspera y venturosa; de excitar en el corazón del hombre una serie de
sentimientos elevados, simpáticos y generosos, que a su sola voz vibran, y a su
voz ponen en movimiento.[20]
En
primera instancia podríamos decir que una palabra es aquello que nos sirve para
comunicarnos oral o gráficamente. En nuestra vida diaria hacemos uso de una
extensa gama de palabras, es decir, de signos, señales, símbolos, grafías e
imágenes que nos permiten socializar, participar y compartir experiencias. No
obstante, las palabras no nos servirían si no comprendiéramos su significado.
Sin embargo, debe repararse en que esos significados varían de acuerdo a la
situación en que operan. Es decir, existen palabras que nos sirven para
comunicarnos en la ciencia, la química y la física y otras que nos sirven para
hacer política, por ejemplo.
Dentro de cada área es común el uso de determinadas
palabras que abarcan temas, es decir, contenidos y argumentos que identifican
un discurso y un periodo. Dentro del terreno político, existen palabras que
contienen argumentos a debatir, a discutir, a objetar, como son, para el caso
de este estudio, los términos: “regeneración”, “sociedad”, “monarquía”,
“conservador”, “ley”, “orden público”, “justicia”, “independencia” y “voluntad
nacional”. Pues bien, estas palabras son importantes debido a que la
inestabilidad político-social que existía desde la emancipación de España había
dejado un enorme vacío en relación a leyes, formas de gobernar, creencias y
costumbres. Esto provocó que en 1857, tras la promulgación de la Constitución
de 1857, que a decir de La Sociedad promovía cambios violentos, se
formaran discursos políticos en torno a la defensa de un orden anterior y por
otra parte discursos que defenderían ese nuevo orden de cosas.
En la historia de las ideas políticas, las palabras tema
deben ser vistas como palabras que constituyen realidades. Sin embargo, cabe
señalar que en política las palabras tema no mantienen una significación
enciclopédica o general. Por el contrario, adquieren significados, dependiendo
de la postura política de quien las utilice y dependiendo de los distintos
procesos históricos. O, en palabras de Javier Fernández Sebastián, “sólo el uso
consagra y determina el sentido provisional y fluctuante, de las palabras.”[21] ¿Con qué fuentes acceder
al estudio de las palabras tema? Una vía son los discursos periodísticos, sin
embargo, debe tomarse en cuenta que “un periódico tiene valor comunicativo
limitado a la fecha o a días de su aparición.”[22] En consecuencia su valor
significativo es temporal, es decir, responde a periodos, a momentos.
De este modo, el conteo de palabras
tema en este trabajo responde, en primer lugar al discurso periodístico y en
segundo, a una etapa de la historia, la década de 1857 a 1867. Uno de los
primeros rasgos de este periodo será la transición en la significación de las
palabras utilizadas para hacer política. De ahí la importancia que adquiere
contar y analizar aquellas palabras que en determinado momento fueron muy
recurrentes por los periodistas, debido a la carga significativa que contienen
y en otro se moderen o suspendan. El conteo de palabras tema ayuda a
identificar, por medio de gráficas estadísticas, aquellas palabras que en la
década en cuestión constituyeron una preocupación política, un asunto a debatir,
un asunto público. Se trata sobre todo de una representación léxica que nos
permite visualizar las altas y bajas en el uso de las palabras tema y que
fundamentalmente están relacionadas con la construcción de la legitimidad
política.
Referente a las palabras tema que se
tomaron en cuenta para este estudio y las gráficas que se elaboraron en torno
al conteo, intervienen aquellas que cobran suma importancia para los
periodistas y que fueron palabras a debatir, palabras sobre las cuales recaía
el pasado y el porvenir de la política mexicana. Palabras cuya problemática
encerraba la permanencia y moderación en sus significados y que finalmente
constituían realidades. Palabras polémicas, cuyo sentido buscó fijar La
Sociedad. Cabe
señalar que estas palabras tema fueron seleccionadas de entre un total de
cuarenta palabras que giran alrededor de la vida política decimonónica. Se
trata de palabras cuyos sentidos se estaban transformando y por lo mismo fueron
muy recurrentes en los editoriales.[23] Palabras cuya importancia
radica en la creación de una estabilidad política para el México. Sin embargo, la clara
frecuencia de determinados conceptos evidencian el nuevo sentido que estaban
adquiriendo las palabras y el desafío a que se enfrentaron los periodistas por
retener o en su caso moderar el cambio en la significación de las palabras.
Las
gráficas
Las gráficas contenidas en este
trabajo, resultante del conteo de palabras tema, descubren un vocabulario
político con miras a legitimar los propósitos coyunturales de un grupo
conservador y en conjunto reseñan la frecuencia a ciertas palabras que
exhiben la transformación del lenguaje
político-conservador de la década de 1857 a 1867.[24] Advierten además, las
necesidades políticas de un determinado momento y la traducción de esas
necesidades en desahogo, consuelo y tranquilidad o por el contrario, en
preocupación. Esto no implica que los conceptos utilizados en un momento
determinado dejen de registrarse. Inversamente, descubren los cambios socio-políticos y la
adaptación de esos conceptos a nuevas situaciones políticas y sociales.
La
primera gráfica, que abarca el periodo republicano y la intervención francesa
(1857-1863), exhibe una necesidad: establecer una sociedad que asegure el orden
público y la aplicación de la ley. Revela además un periodo de conflicto
político, donde las principales exigencias de quienes escribían serían debatir
sobre el significado de los conceptos que tenían relación con lo público, con
el “buen gobierno” y el “bien común”. La segunda, que abarca el Segundo Imperio
(1864-1867), manifiesta la libertad de discutir sobre el sistema monárquico de
gobierno y sobre la independencia de México dentro de aquel Imperio donde la
ley, el orden y la justicia dejarían de ser las principales demandas. No obstante,
será durante este periodo cuando el concepto de voluntad nacional adquiera
trascendencia, sobre todo en 1864 y esto responderá a la unidad que los
periodistas van a establecer entre aclamación del imperio y recuperación de la
voluntad nacional, como se verá en el cuarto capítulo. A lo largo de estos
años, los editoriales van a reflejar un rasgo fundamental de la época: la lucha
por la significación de las palabras.
La
cuestión de la legitimidad política no puede explicarse por sí sola, sino a
través de aquellos principios que atañen directamente a la naturaleza de una
sociedad. En el periódico La Sociedad esos principios responden
directamente a una doctrina política conservadora. Así se entiende que cada una
de las palabras tema que aparecen en los editoriales, manifiesten resistencia a
las ideas liberales, a la demagogia, a los cambios violentos, a la libertad de
cultos, a la Constitución de 1857 y a las Leyes de Reforma, entre otras, por
considerarlas contrarias a la naturaleza la sociedad.
A manera de conclusión
...se trató de
difundir la idea de que el partido conservador o reaccionario era el único que
simpatizaba con la intervención europea, a que se dio el carácter de invasión
armada y conquista del país, haciendo figurar a España como reconquistadora y
única y verdadera nación interesada en la empresa.[25]
La segunda mitad del siglo XIX
es un periodo de luchas políticas que abarca la disputa por el léxico utilizado
por los diferentes partidos para discutir, hacer política, definir sus posturas
y escribir en un periódico. La Sociedad es clara muestra de los debates
existentes en torno a la definición, aclaración, información y justificación de
los términos que se utilizaban para hacer política. Ahí está presente la lucha
por la significación de las palabras. La proclamación de las Leyes de Reforma y
la Constitución de 1857, alteraron el significado de las palabras utilizadas
para hacer política, menester de los periodistas fue imponer una significación
de las palabras para asegurar que fueran congruentes con sus intereses y con
los hábitos y costumbres de los mexicanos. Es decir, la intención sería
restaurar aquellos principios “que sirven de cimiento a la sociedad”[26] y que, a decir de La
Sociedad, la democracia tendía a romper, como la unidad religiosa, el
principio de autoridad, la moral y la unidad entre potestades civil y
eclesiástica y entre leyes divinas y humanas. Claro que esa recuperación
respondió a la misma postura conservadora de los periodistas.
Desde
la reaparición de La Sociedad en 1857, los periodistas consideraron que
las tradicionales interpretaciones de los conceptos políticos, que
indudablemente estaban ligados a un lenguaje religioso, otorgaban legitimidad
al lenguaje utilizado para hacer política. Sin embargo, los partidos que
alternativamente habían dominado la política habían manipulado los conceptos y
les habían otorgado una significación falsa. De este modo habían jugado con la
credulidad e ignorancia de la gente y al hacerlo, habían alterado el sentido de
los conceptos en su significación tradicional, es decir, la significación
legada por un orden anterior, por el orden virreinal. Esto provocó, según La
Sociedad, una desestabilización del lenguaje utilizado para hacer política.
¿Por qué? Como se ha dicho a lo largo de la tesis, porque estas significaciones
acarreaban los cambios violentos, la anarquía y el desorden, afectando no solo el
vocabulario, sino a la vida diaria. De ahí que
si miramos el discurso periodístico de la
segunda mitad del siglo XIX de tendencia conservadora, hemos de encontrarnos
con un discurso que sobre todo intenta salvar las significaciones de las
palabras en lo que se consideraba una acepción anterior, una significación
considerada legítima porque estaba ligada a “sus hábitos monárquicos o
virreinales y su religión católica.”[27] De lo que se trató
entonces fue de frenar la entrada de las nuevas significaciones de las palabras
que intentaban modificar el curso de los acontecimientos y en ello intervienen
las ideas liberales.
En
ese sentido, para los conservadores que integraban La Sociedad, tan
significativo fue aclarar los conceptos utilizados por ellos mismos, como
también hacerle ver a su opuesto en el error en el asunto interpretativo. Y es
ahí precisamente donde las mismas palabras
adquirieren sentidos distintos según principios conservadores, liberales y moderados,
entre otros. De ahí que es importante considerar las polémicas en torno de las
diferentes interpretaciones de las palabras y de ahí establecer
parámetros en las interpretaciones de las palabras de los discursos
periodísticos del siglo XIX.
Ahora,
para La Sociedad el discurso demagógico fue ilegítimo por varias
razones: en primer lugar porque había motivado la corrupción de las ideas y en
segundo porque había atacado las creencias religiosas y las costumbres. Y en
esa lucha que retrataron como un enfrentamiento entre la verdad y el error, “de los deberes contra las
pasiones, lucha tenaz y encarnizada”,[28]
los periodistas consideraron que las verdaderas interpretaciones de las
palabras triunfarían en algún momento en que
las circunstancias resultaran propicias. Por lo que desde 1857, fue
indispensable armar un discurso de oposición que promoviera la reflexión sobre
la importancia de conocer el “verdadero” sentido de las palabras. Claro que
para los periodistas el único sentido verdadero fue “su” interpretación de las
palabras, porque era resultado de esas “voces al principio tímidas y después
bastante enérgicas en defensa de los intereses legítimos y permanentes de la
sociedad”.[29] Y
eran legítimas y permanentes porque esa interpretación respondía a la historia,
al pasado, a la salud de las ideas y al adecuado ordenamiento político, social
y religioso. En consecuencia la interpretación proporcionada por sus opuestos
políticos se estimaría deformada y alterada, porque pertenecería a ideas
demagógicas e inmorales.
Sin embargo, si durante el periodo de 1857 a 1863 el significado
de las palabras se debatió entre la recuperación y los cambios moderados, la
llegada de Maximiliano representó, hasta el primer año de su gobierno, la
consolidación de las significaciones de las palabras. En primer lugar porque
respondía a la historia, a la experiencia y en segundo a los designios divinos
y a una forma de gobierno que representaba la unidad, la paz y el orden. Ahora,
si durante los años republicanos los periodistas buscaron la recuperación de
los significados de algunas palabras como “sociedad”, “regeneración”, “orden
público”, “justicia” y “ley”, es porque en estos estaba presente el rechazo al
individualismo y a la desunión que promovían las nuevas ideas. Y, porque además
en ello se buscaba el estudio de las prácticas de vida pasadas, es decir, de
las formas de desarrollo de los distintos regímenes de gobierno a partir de la
independencia y de las formas como ese desarrollo había afectado a la
sociedad.
Cabe recordar que los periodistas de La Sociedad no estaban
enemistados con el sistema de gobierno republicano. Reconocían sus beneficios,
el problema radicó en la incompatibilidad que se observaba de este tipo de
gobierno y la noción defendida de México como “nación hispanoamericana” de
raíces monárquicas. De ahí que en determinado momento buscarán un modelo de
nación en las tierras de occidente de raza latina y creencias católicas y
específicamente de Francia y España. Y es que lo republicano invitaba a la
democracia, a la anarquía, al desorden, mientras que la noción de “nación
hispano-americana” recordaba el orden, el pasado, la unidad y la conservación
de las tradiciones. A decir de La Sociedad, la “democracia” no
participaba de lo “conservador”, porque lo conservador
remitía a las costumbres, a los cambios paulatinos, a las cuestiones sociales,
a la unidad y a lo que en otras palabras constituía el “respeto” por la entidad
que representaba México. Ese México independiente que era hijo de España y que
como tal, reconocía su origen. En tanto que “democracia” remitía a la anarquía,
a los cambios violentos, a la división, a la sangre, al desorden, a la falta de
autoridad y en definitiva, a la ruina y establecimiento de un elemento confuso
en la marcha del gobierno y de la sociedad.
Por otra parte, cuando los periodistas proponen la observación del
pasado, lo que también intentaban recuperar era el sentido de la corporación,
de la comunidad y del bien común. Y es que la sociedad con sus cuerpos y
jerarquías, era obra de Dios, de ahí que lo que se excluía era la idea de un
pacto voluntario contraído entre individuos iguales, según se ha visto. No
obstante, a pesar de que durante el primer año del Imperio se consideró que
México había iniciado su camino en la senda correcta que señalaba la
experiencia de lo pasado, de ese pasado monárquico, los siguientes años
trajeron consigo la duda sobre el porvenir del Imperio y en ello estuvo
presente la incertidumbre hacia ciertas palabras que en sí constituían una
realidad como “monarquía”, “justicia divina”, “voluntad nacional” e
“independencia”, ideas que representaban los designios de la justicia y la
voluntad divina y que además respondían a la Historia.
Más, la importancia que adquiere el discurso periodístico
conservador de la segunda mitad del siglo XIX radica en la necesidad que
tuvieron los redactores, políticos y miembros del clero que integraban La
Sociedad, de buscar el sentido “verdadero” de las palabras. ¿Por qué?
Principalmente porque esto ayudaría a legitimar formas de vida pertenecientes a
un orden anterior donde intervenía una
cultura monárquica, católica y de habla hispana, una estratificación social, un
orden político jerarquizado y un poder aceptado por tradición y por herencia
que en definitiva representaba a una comunidad. En
ello debe reconocerse el esfuerzo de estos personajes que se vieron insertos en
un momento en que el lenguaje político atravesaba por una transición. Se daba paso de una cultura
católica y tradicional a una cultura donde se buscaba la separación Iglesia
Estado, la tolerancia de cultos, la educación laica, la democracia y la
igualdad, entre otras cosas. Así justamente, la necesidad de esclarecer el
sentido de las palabras radicó en la necesidad de legitimar un sistema de
gobierno y un sistema social, que, aunque bien podría decirse que se estaba
volviendo obsoleto, para los periodistas de La Sociedad no lo era.
En ese sentido resulta interesante examinar los mecanismos de
disposición de las ideas políticas en los discursos de La Sociedad, en
ellos se advierte una suerte de lenguaje religioso, científico, médico y
lógico. Se habla de males o enfermedades que aquejan al país, pero también se
habla de remedios y reparaciones. Se establecen medidas comparativas entre
naciones y al mismo tiempo se establecen predicciones de lo que puede suceder
si no se estudia el pasado y el transitar de otras naciones y si no se siguen
las medidas correspondientes en el presente a partir de la observación de
conductas pasadas. Así en definitiva, la finalidad fue asegurar la marcha
positiva de México en el porvenir, su progreso y estabilidad política.
Conteo
palabras tema, 1857-1863
La Sociedad
(Gráfica 1)
La Sociedad
(Gráfica 1)
Conteo palabras tema, 1864-1867
La Sociedad
(Gráfica 2)
Hemerografía
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Periódico político y literario, 1857-1867.
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XIX. Los periódicos El Tiempo y El
Universal”, en Castro, Miguel Ángel
(Coord.),
Tipos y caracteres: la prensa mexicana (1822-1855), México,
Universidad
Nacional Autónoma de México, 2001.
Sordo
Cedeño, Reynaldo, El pensamiento conservador del partido centralista en
los años treinta
del siglo XIX mexicano, en Morales Humberto y
William Fowler
(coord.), El conservadurismo mexicano en el siglo XIX
(1810-1910),
México,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Saint-Andrews
University,
Scotland, U. K. y Secretaría de Cultura, Gobierno del Estado de
Puebla,
1999.
[1] Gomis Lorenzo. Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente,
España, Paidos, Ibérica, 1991, p. 36.
[2] El periódico La
Sociedad, fue una publicación conservadora de la segunda mitad del siglo
XIX. Apareció por primera vez el primero de diciembre de 1855, tres
meses después de finalizar la Revolución de Ayutla y posterior a la expedición
de la Ley Juárez del 23 noviembre de 1855. En su primera etapa desapareció el 8
de agosto de 1856 y reapareció el 26 de diciembre de 1857, del 17 al 21 de enero de 1858 Ignacio Comonfort volvió a prohibir su
aparición. Durante la guerra de Tres Años nuevamente cesó sus trabajos el 24 de
diciembre de 1860, por la entrada de las tropas liberales a la ciudad de México
y reinició labores el 10 de junio de 1863, al arribo del Ejército francés. Del
12 al 20 de junio de 1863, nuevamente suspendió labores, para después
reaparecer y continuar hasta el 13 de julio de 1866, cuando avisó que dejaría
de publicarse por un mes. El 14 de julio de 1866 nuevamente cesó sus trabajos y
los reinició el día 31 hasta
el 31 de marzo de 1867. En La Sociedad participaron,
además de los trabajadores cuyos nombres no aparecen o sólo se mencionan esporádicamente
como los corresponsales, los editores: Félix Ruiz, Francisco Vera Sánchez, F.
Escalante y José María Roa Bárcena y los impresores: José María Andrade y
Felipe Escalante y Miguel María Barroeta. Cuenta con textos de José María
Esteva, Juan Nepomuceno Almonte, Manuel Orozco y Berra y del propio emperador
Maximiliano I, entre otros, ver: Sánchez Mora, José
Luis. Maximiliano y la prensa
conservadora: el diario La Sociedad. Crónica periodística de una desilusión,
junio de 1864 – mayo de 1865. México, Universidad Nacional Autónoma de
México- Facultad de Filosofía y Letras, 1985, varias páginas, en: Castro,
Miguel Ángel y Curiel, Guadalupe. Publicaciones
periódicas mexicanas del siglo XIX: 1856-1876 (Parte I), México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, p. 554-556.
[3] Para mayor información sobre el tema del
“imaginario” véase: Pani, Erika. Para mexicanizar el Segundo Imperio.
El imaginario político de los imperialistas, México, El Colegio de
México-Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2001, p. 24..
[4] F.
V. Sánchez (Editor responsable), “Cómo se entiende el orden público”, La
Sociedad, Sección Editorial, T. 1, Número 124, México, miércoles 5 de mayo
de 1858, p. 1.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] Vera Sánchez, Francisco, “Segunda época de La Sociedad”, La
Sociedad, T. 1, Núm. 1, México, sábado 26 de diciembre de 1857, p. 1.
[9] Sordo Cedeño, Reynaldo, El pensamiento conservador
del partido centralista en los años treinta del siglo XIX mexicano, en Morales Humberto y
William Fowler (coord.), El conservadurismo mexicano en el siglo XIX
(1810-1910), México, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,
Saint-Andrews University, Scotland, U. K. y Secretaría de Cultura, Gobierno del
Estado de Puebla, 1999, p. 135.
[10] Ibidem, p. 137.
[11] Ibid, p. 138.
[12] Rodríguez Piña, Javier, “La prensa y las ideas
conservadoras a mediados del siglo XIX. Los periódicos El Tiempo y El
Universal”, en Castro, Miguel Ángel (Coord.), Tipos y caracteres: la prensa
mexicana (1822-1855), México, Universidad Nacional Autónoma de México,
2001, p. 255.
[14] Fowler, William, “Presentación”, en
Morales Humberto y Fowler, William, op. cit., p. 9.
[15] Guerra, Francisco-Xavier y Annick
Lempérière, “Introducción”, ver: Guerra, Francisco-Xavier, Annick Lempérière,
et al. Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas.
Siglos XVIII-XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 8.
[16] El establecimiento de la legitimidad
política de México fue la primera exigencia del grupo periodístico que integró La
Sociedad, según lo manifestaron en su editorial del 26 de diciembre de
1857, fecha de publicación del primero número en su segunda época.
[17] A decir de Javier Fernández Sebastián, “El
universo conceptual de la política no es en modo alguno un mundo de
definiciones ideales, estables y neutras, sino que por el contrario está
sometido a toda suerte de tensiones y es objeto de encarnizadas polémicas.”,
ver: Javier Fernández Sebastián, “¿Qué es un diccionario histórico de conceptos
políticos?”, en:
www.foroiberoideas.com.ar
[18] Fernández Sebastián, Javier, “Política antigua/política moderna. Una
perspectiva histórico-conceptual”, en: www.foroiberoideas.com.ar
[19] A juicio de Javier Fernández Sebastián, el historiador del siglo XXI,
debe comprender, más que explicar, las distintas situaciones históricas “desde
dentro”. Se trata de aproximarse a los mundos conceptuales y comprender los
mismos, tal como eran interpretados en su momento. Pues los conceptos, dice
Sebastián, “no se limitan pues a designar “la realidad”, sino que, en parte,
también la constituyen.” Ver: Javier Fernández Sebastián, “¿Qué es un
diccionario histórico de conceptos políticos?”, op. cit.
[20] N. Pastor Díaz, “Libertad” (El Conservador, Madrid, 1840), en, Fernández Sebastián, Javier, “¿Qué es un diccionario
histórico de conceptos políticos?”, en www.foroiberoideas.com.ar
[21] Fernández Sebastián, Javier, “¿Qué es un
diccionario, op. cit.
[22] Oieni, Vicente, “Notas para una historia conceptual de los discursos
políticos. Los aportes de la historia conceptual, la genealogía de Foucault y
el análisis crítico del discurso a una nueva historia política”, en http://hum.gu.se/insttutioner/romanska-sprak/iberoamerikanskainstitutet/put
[23] Dentro de las palabras que se tomaron en cuenta para el conteo general
intervienen: autoridad, católico, civilización, costumbres, demagogia,
democracia, Dios, gobierno, liberal, libertad, legitimidad, México, nación,
paz, público, pueblo, razón, religión, república, tradiciones, unidad, unión y
verdad, entre otras.
[24] Para mayor información sobre el tema de las gráficas y el desarrollo
de cada concepto, ver: López Camacho, Alejandra, Entre leyes divinas y
humanas. El periódico La Sociedad, 1857-1867, Tesis de Maestría en
Historia, Puebla- México, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades/
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2006.
[25] “Actualidades”,
La Sociedad, Sección La Sociedad, México, 31 de marzo de 1867, p. 2.
[26] Vera
Sánchez, Francisco, “Segunda época de La Sociedad”, La Sociedad,
Sección Editorial, T. 1, Núm. 1, México, Sábado 26 de diciembre de 1857, p. 1.
[27] F.
V. Sánchez (Editor responsable), “Reflexiones sobre los gobiernos aplicados a
la República”, La Sociedad, Sección Editorial, T. 1, Núm. 12, México,
Miércoles 6 de enero de 1858, p. 1.
[28] F. V. Sánchez (editor responsable),
“Libertad de prensa”, La Sociedad, Sección Editorial, T. I, Núm. 43,
México, Jueves 11 de febrero de 1858, p. 1.
[29] Ibidem.