viernes, 27 de diciembre de 2013

Un acercamiento a la prensa decimonónica de las ciudades de México y de Madrid


 Alejandra López Camacho
                                                                                                     
Sobre las características físicas y de contenido.
El Monitor Republicano, México, 14 de febrero de 1846, p. 1
¿Cómo eran los periódicos mexicanos y españoles del siglo XIX? ¿Cómo se llamaban? ¿Con que frecuencia salían? ¿Cuánto costaban? Y, sobre todo, ¿eran coincidentes o desiguales las publicaciones en México y en Madrid? Estas son algunas de las preguntas que guiarán este trabajo y a las cuáles esperamos dar una respuesta. 

Si bien las publicaciones españolas y mexicanas del siglo XIX se imprimían y publicaban en distintos continentes, éstas coinciden en ciertas características físicas y de contenido. Tal es el caso de los tipos o letras de imprenta que se utilizaban para elaborar los periódicos, la similitud en sus encabezados, en los títulos de las publicaciones, en el número de columnas, en el formato, en el número de páginas y en la distribución de las noticias en el periódico. Otra característica en común será la coincidencia en la transformación de los periódicos a lo largo de los años, desde aparecer una columna hasta llegar a ocupar cuatro o cinco de ellas a lo ancho de los diarios.

La Ilustración, Madrid, 3 de marzo de 1849, p. 5

Así tenemos que cada periódico lanzaría en su primer número o “Prospecto”, los principios, objetivos y proyectos políticos, culturales y religiosos que le acompañarían a lo largo de su vida periodística. Y, pese a que muchos periódicos aparecerían y permanecerían por una larga temporada, éstos también desaparecerían y quedarían fuera del escenario periodístico por ciertas cuestiones políticas y legales como las sanciones a la imprenta. A esto se añadirá la suspensión de labores por tener cabida las festividades religiosas, el cese del trabajo por falta de presupuesto para sostener la imprenta y todo lo que la empresa periodística representaba o que “dependiendo de la legislación de cada momento, el número, variedad y tiradas de periódicos y revistas” se ampliaba o recortaba.[1]



Operación de atado de líneas y corrección 1
Se distingue que todo el trabajo de armado del periódico era manual; trabajo que iniciaba con el tipógrafo cajista o acomodadores de los tipos o letras y que finalmente era revisado por los correctores antes de pasar a la impresión. Intervenían además, los fundidores de tipos, los tipógrafos impresores, “los litógrafos y los grabadores, por sólo mencionar los más importantes. Pero el alma de los talleres se hallaba en los tipógrafos cajistas. La mecanización total de los talleres sólo pudo lograrse hasta muy entrado el siglo XIX y los mayores avances a lo largo de ese periodo se dieron en el proceso de impresión y no tanto en el de composición, en donde la labor del trabajador era manual y a la vez intelectual.”[2]
Operación de atado de líneas y corrección 2

      
Relativo  a las prensas mecánicas utilizadas para la impresión de un periódico, La Ilustración de Madrid señala que el número de periódicos que se tiraban por publicación alcanzaban los 600 ejemplares por hora, el trabajo de seis prensas comunes. Esto implicaba un trabajo rápido y numeroso, pero a la vez la amplitud de mercado que se tenía en 1849. Aunque algunos periódicos como El Padre Cobos anunciaría tener tiradas de hasta de 50 mil ejemplares.

Es tan considerable el número de suscripciones que nos agobia, que se ha tenido que hacer una segunda edición del primer número y aumentar en ¡CINCUENTA MIL EJEMPLARES! La tirada del segundo. Suplicamos a nuestros suscriptores que nos dispensen cualquier falta que puedan experimentar en el recibo del periódico, y que hagan al momento la oportuna reclamación.[1]

Josep Valls considera que durante este periodo la prensa progresista en España se mantuvo bajo niveles altos de represión, además de la sujeción que la Iglesia ejerció sobre la misma. “En realidad, el circuito comunicativo está copado por la Iglesia, que controla el púlpito y la enseñanza. La Iglesia es la reconocida propietaria de la cultura, la fijadora y la detentadora de su profusión, directamente a través de los sermones, la catequesis, el dominio directo sobre la vida de las gentes; y la enseñanza, escasa. Saber es poder, es la máxima.”[2]
Otro tanto ocurría en México, donde a pesar de existir un gran número de publicaciones, su periodicidad y duración en el ambiente periodístico era relativa. A esto se suman las distintas disposiciones en torno a la libertad de imprenta que en determinado momento restringían las tiradas o suspensión de los periódicos. No obstante, un dato que ofrece información sobre el número de periódicos que se tiraban es a partir del número de corresponsales que aparecen en cada publicación y que, para la mayor parte, abarca gran  parte del territorio de la República Mexicana y algunas hasta el extranjero, principalmente, Londres, Francia, Madrid y Estados Unidos. Lilia Vieyra, quien hace un estudio de las publicaciones mexicanas pertenecientes a la Hemeroteca Nacional de los años de 1822 a 1855, considera que de las 342 publicaciones periódicas contenidas en este repositorio, “87 son semanarios, 71 bisemanarios, 60 diarios, 29 trisemanarios, 9 quincenales, 6 revistas mensuales, 3 anuarios, 2 bimestrales, una trimestral y 15 con frecuencia irregular.”[3] Además de las 59 que no ofrecen información.


Prensa mecánica, La Ilustración, Madrid, 31 de marzo de 1849. 


La prensa y sus títulos

Los títulos de las publicaciones periódicas de la primera mitad del siglo XIX eran la carta de presentación que les identificaba y establecía sus tendencias, intereses y posturas ante los sucesos que conmovían a la sociedad decimonónica.[5]

Los títulos definen el carácter político de un periódico, el tipo de lector y la seriedad o informalidad de su contenido noticioso. Definen a su vez, las características físicas, el costo y la presencia de ilustraciones o caricaturas en sus páginas. El título estaba proyectado para atraer la atención de la futura audiencia, aunque también para atraer la mirada de los colegas periodistas, de los opuestos políticos y de las mismas instituciones políticas. El nombre de una publicación debió ser punto cardinal para los periodistas, éste tendría que disponer de una explicación lógica que sobre todo respondiera a los principios políticos de los periodistas y del periódico. Y así lo definió El Universal de la ciudad de México en 1848 y La Iberia de Madrid en 1854, por ejemplo.

El Universal:

He aquí el título que hemos elegido para nuestro periódico, porque siendo nuestro propósito, decir, inculcar y sostener la verdad sobre toda materia y doctrina, sin cuya intención nos creeríamos destituidos del derecho de publicarlo, nos ha parecido que con propiedad podemos llamarlo Universal, puesto que la verdad es el único norte que debe guiar al hombre en cuantas cosas y objetos están sometidos a su conocimiento en el vasto universo: y por eso es también que el Universal al presentarse al público ofrece una cosa solamente, la verdad.[6]
           
La Iberia:

He aquí La Iberia, el nuevo campeón de las doctrinas liberales, que, con la mano en la pluma y el pensamiento en el pueblo, viene a tomar plaza en la hoy estrecha área de la prensa periódica.
Antes de entrar en el palenque, La Iberia ha proclamado muy alto la demanda que le trae al torneo, la IMPARCIALIDAD es su divisa, la LEGALIDAD su escudo, la LIBERTAD su grito de guerra.[7]

            De este modo, los títulos de las publicaciones periódicas pueden clasificarse en diferentes categorías. Tanto en la ciudad de México como en Madrid, una de las constantes en los títulos será la referencia a términos políticos que sobre todo representarán demandas y exigencias políticas. Otra serán los nombres de animales, aunque también ligados a ciertas palabras que definen el carácter político de la publicación. De igual forma estarán presentes los titulares con términos fraternales, los que hacen alusión a instrumentos de cocina, a música, a enfermedades, a nombres propios, a nombres de aparatos y hasta nombres de objetos celestes.
Fr. Gerundio, Madrid, 4 de abril de 1837, p. 2
Dentro del primer grupo intervienen, para Madrid: La Soberanía Nacional, La Democracia, El Bien público, La Patria, El Constitucional y La Legalidad. Por parte de México, La Nación, El Eco Nacional, El Constitucional, La Patria y El Espíritu Público, entre otros. Estos nombres, representarán además términos políticos que serán materia de discusión y debate en los editoriales y en los mismos textos constitucionales. En el segundo grupo intervienen, para el caso de Madrid, La Abeja, El León Español, El Pájaro Rojo y El Cangrejo, y para el caso de México, El Cangrejo, El Cuervo Mexicano y El Pájaro Verde, entre algunos, aunque en algunos de ellos puede apreciarse la connotación política, como el color verde que representa la tendencia conservadora y el rojo lo liberal. En el resto intervienen, La Cuchara, El Cascabel, La Tos de mi Mamá, Don Folías, Don Pancracio, El Telégrafo, El Universo, El Universal  y El Iris, entre otros
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Tras repasar en los nombres de los periódicos, es notoria la coincidencia de algunos titulares en México y en Madrid. Sin embargo, a través de los anexos podemos observar que cuando en Madrid desaparecen determinadas publicaciones con ciertos títulos como El Universal, El Tiempo, La Cruz, El Constitucional, El Espíritu Público, El Zurriago, La Sociedad y El Padre Cobos, entre otros, a los pocos años aparecen en México publicaciones con el mismo título o viceversa. Llama la atención además que estas publicaciones por lo regular van a mantener la misma tendencia política, no así algunas como El Pájaro Verde y El Pájaro Rojo, conservador uno y liberal el otro. A lo cual podría plantearse lo siguiente: ¿dónde nacían los titulares de las publicaciones?, ¿por qué eran retomados los periódicos o sus títulos?, ¿existía conexión entre los periodistas mexicanos y españoles que retomaban determinada publicación? A esto se añade que en algunos casos los impresores no serán los mismos, aunque de ambos hemisferios sean españoles los que establezcan las empresas editoriales. Como el catalán Rafael de Rafael y Vilá que después de radicar en Nueva York, vendrá a México y establecerá El Universal en 1848, periódico que en Madrid ya habría aparecido desde 1820, aunque entonces estaría impreso por el español Tomás Jordán.

[...] quien habría de jugar un papel importante no sólo en el medio de las imprentas tipográficas, sino también en el ambiente político mexicano de la época. En el corto periodo que permaneció vinculado a México entre 1843 y 1855, este personaje se convirtió en uno de los más célebres editores-impresores de la ciudad, así como un elemento fundamental para la difusión del pensamiento conservador que se estaba configurando en la sociedad mexicana.[8]

De vuelta a los títulos, cabe destacar que junto al nombre aparecía por lo regular el subtítulo de la publicación que en definitiva precisaba la tirada política de los periodistas o de los grupos políticos presentes en el periódico. Así estuvieron, por parte de Madrid, Fray Gerundio. Periódico satírico de política y costumbres; El Zurriago. Periódico satírico de política, costumbres y literatura; La Iberia. Diario liberal de la mañana; El Español. Diario de las doctrinas y de los intereses sociales. Y por México, El Universal. Periódico independiente; El Daguerrotipo. Revista enciclopédica y universal; La Sociedad. Periódico político y literario y La Cuchara. Papelito alegre, entrometido y zumbón, impolítico y de costumbres. Entre otros, estos subtítulos claramente distinguen el carácter serio o jocoso de la publicación y si además de político, contenía literatura o historia, por ejemplo. 
Por último, debajo de los titulares permanecía por lo regular el epígrafe en el extremo superior derecho, éste, al igual que el título y el subtítulo, constituía el lema o indicación de la política que cada publicación mantendría y por la cual, los lectores, donde además intervienen los jurados de imprenta, les reconocerían. Se distingue que, a mayor frecuencia que en las publicaciones madrileñas, serán las publicaciones mexicanas, sobre todo conservadoras, las que por lo regular introduzcan un epígrafe. Algunos ejemplos de esto son El Universal cuyo epígrafe, de Bernandin de Saint Pierre[9] fue: “Todo mal tiene por origen algún error, así como todo bien emana de una verdad.” O el de La Sociedad de M. Tullius Ciceron,[10] que permaneció a lo largo de doce años: “Pro aris et focis certare.- CICERON. Combatir por la Religión y por la Patria.” Aunque también el de algunas publicaciones liberales como La Cuchara, que a diferencia de las conservadoras, no retoma un autor: “-¿Por qué se ríe cuando yo paso? -¿Por qué pasa cuando yo me río?” Estos epígrafes dan muestra de los chusco o serio que podía resultar una publicación, pero también del tipo de periodistas que redactaban, de lo que leían, de la ilustración que gozaban y de la política que custodiaban, tanto como el tipo de lector que esperaban se acercara a leer los editoriales.

Secciones de los periódicos.

[...] en todo caso el concepto  que permite entender el llamado a veces “poder” de los medios no es tanto el de poder como el de influencia.[11]

En toda producción periodística es importante reconocer la imagen visual proyectada para cada publicación. Aquí interviene el título, el número y tamaño de las páginas, el costo y desde luego las partes o secciones que constituían el periódico y que sobre todo descubren la tendencia política del mismo y el tipo de lector al que estaba destinado. En la mayor parte de publicaciones de corte político la imagen proyectada reflejaba la importancia del texto, del discurso periodístico y político donde interviene el editorial. Ahí toman lugar los debates, discusiones y polémicas en torno de la política regional, nacional e internacional, además de las polémicas relativas a los asuntos eclesiásticos, a las notas del día, a la discusión de una ley o reglamento o texto constitucional y, desde luego, al debate de los conceptos que se utilizaban y que se veían afectados por las ideas de tipo liberal, conservador, moderado, democrático y progresista, entre otras. Peculiaridades que bien pueden observarse en los títulos de los editoriales.
El Siglo Diez y Nueve, México, 1 de enero de 1863, p. 1
Así podemos decir que casi todos los periódicos de la época estuvieron armados de cuatro pequeñas páginas, sin embargo, existieron publicaciones que llegaron a alcanzar hasta 16 páginas de una o dos columnas. [12] Algunos periódicos como El Siglo Diez y Nueve por ejemplo, anunciaron desde el primer número que el diario contendría ocho partes aunque no todas se presentarían en cada número. Estas secciones en conjunto estarían cubiertas por un grupo de hombres cuya misión principal sería ilustrar para el bien público. Así, mediante este mosaico de información, “reuniendo a la oportuna publicación de sus noticias, lo útil y lo agradable, inspirara de este modo un interés general a todas las clases y profesiones. Un plan tan vasto y una publicación tan frecuente, nunca podrían desempeñarse cumplidamente por nosotros, si no contáramos con la eficaz cooperación de muchas personas sabias y de conocido patriotismo, que han ofrecido auxiliarnos en nuestros trabajos.”[13]
Lorenzo Gomis considera que en conjunto todas las secciones de un periódico conforman un mosaico de información, lo que permitía, como actualmente sucede pero que puede aplicarse a la prensa del siglo XIX, que el lector leyera sólo los titulares y quedara enterado parcial o superficialmente del hecho o en su caso pudiera “leer el “lead” o primer párrafo de una noticia y ya sabrá lo esencial.”[14] Irma Lombardo sostiene por otra parte, que el contenido noticioso de los periódicos se conformaba, dentro de todas sus secciones, por cuatro partes, la destinada “a la diversión, aquella que trata el elemento instructivo, la abocada a la crítica y la parte política.”[15]
Así podemos decir que la Sección Editorial, también denominada, para el caso de México: “Introducción”, “La Situación”, “Parte Política” o bien llevar el título del periódico, y, en Madrid: “Sección Doctrinal”, “Historias de la Semana”, “Parte Política” o al igual que en México llevar el título del periódico, constituía el núcleo de la publicación, el lugar donde quedaban veladas las cuitas políticas, la discusión en torno a las ideas políticas y desde luego, la misión de los periodistas de ilustrar conforme sus idearios políticos.
La “Parte Religiosa” o “Boletín Religioso”, aparecía por lo regular en las publicaciones de carácter conservador o moderado, como La Sociedad y El Pájaro Verde, caso México, o La Iberia y La Esperanza, caso Madrid, entre otros. Esta sección contenía el santo del día, su explicación, la celebración eucarística del día o la semana, procesiones y demás asuntos religiosos. Esta fue una sección que la prensa liberal mexicana no consideró entre sus páginas, no formaba parte de la ilustración del bien público. Aún así, esta sección aunque pequeña, siempre se incluía en la prensa de carácter conservador y por lo regular se incluía en la última o primera página.
En la sección denominada “Espíritu de la Prensa” o “Prensa de los Departamentos” se usaba el método de las tijeras. Aquí generalmente se comentaban las noticias de otros colegas, se discutían sus editoriales o la aparición de algún periódico y la opinión de éste entre el círculo de periodistas. Se denotaba quien estaba en contra de la política apoyada por un periódico y las razones por las cuales consideraban su desaprobación. Cabe aclarar que no todas las publicaciones incluyeron esta sección, para algunos era más importante el editorial y su discusión.
La sección de “Avisos” o “Anuncios” era lo que hoy podríamos denominar la sección publicitaria, sección que al finalizar la década de los sesenta tendrá mayor demanda. Esta sección tendrá una gradual apertura en espacio y comercios que se anuncian, En principio se incluirán los anuncios de ventas de libros de historia, calendarios o novelas, más tarde serán anuncios de salud, donde intervienen medicinas, doctores o el descubrimiento de sustancias que ayudan al crecimiento del cabello. Se incluirán también anuncios de perfumes traídos de Paris, tiendas de ropa, algunas diversiones públicas como obras de teatro o fiestas de toros y a la larga, anuncios de casas en venta, empleos que se ofrecen y negocios de fotografía. Esto muestra el avance de lo que será la publicidad, pero también el avance en la tecnología y la ciencia, cuestión reflejada en ambos países. Aquí también se anunciarán los costos de las publicaciones, las condiciones de la suscripción así como “traspasos, arrendamientos, pérdidas y diferentes servicios que se ofrecen a la comunidad.”[16]
Otras secciones de importancia serán la “Parte Oficial” y la “Parte no Oficial” o “Sección de Noticias”, caso que se verá en la prensa mexicana y española. En la primera aparecerán los comentarios a los reales decretos, leyes o proyectos de ley que merecen ser comentadas. En la segunda las noticias extranjeras o del interior de la república o provincias de España que sean de importancia para la política “o a la curiosidad, publicándose sin retardo, y procurándose la mayor fidelidad en las traducciones.”[17] En esta sección intervenían además los comunicados referentes a una infracción de ley o abuso de poder, sin embargo lo que no tenía cabida era hablar de la vida privada.
La Sección “Folletín”, “Boletín” o “Sección Recreativa”, caso español de La Iberia, era una sección dedicada a la literatura o la historia. Estaba ubicada en la parte inferior del periódico, era recortable y ocupaba casi toda la página de los diarios. Ahí aparecían por lo regular novelas, fragmentos de la Historia de España o de México o bien un episodio de la Historia Universal. Ahora, para ganar adeptos a los periódicos y disponer de un mercado más amplio, esta sección literaria se publicaba por partes, “sabiamente dosificados que conseguían mantener presente el interés de las masas a través de la narración de aventuras con una singular estructura.”[18]
Finalmente, en la última página y a pié de imprenta, aparecía el nombre de los impresores y la calle donde se localizaba la imprenta, además de aparecer el nombre del editor responsable de los artículos sin firma y el lugar de publicación. En México, por ley republicana y más tarde monárquica, el nombre del editor responsable debió aparecer en los periódicos, de lo contrario venía la reprimenda o suspensión del mismo. En España por otra parte, considera Javier Fernández Sebastián, “la prensa de orientación crítica echará mano de diversos subterfugios para burlar la censura o hacer frente a las suspensiones, desde el recurso a un peculiar estilo lleno de alusiones crípticas, hasta la reaparición del mismo periódico con distinto título.”[19]

Costo y condiciones de las publicaciones.

La prensa no es fuente pasiva, precisamente por su carácter público, porque su finalidad no es la desinformación desinteresada, seudobjetiva, sino precisamente interesada en hacer propuestas a la sociedad que la recibe.[20]

El costo de los periódicos por día, semana, quincena, mes o más, dependía de la tirada, del tipo de publicación y del carácter político del mismo. Dependía a su vez de la compra en la ciudad, en la provincia o en el extranjero. A esto se añade, para el caso de México, que algunas publicaciones de corte liberal tenían un precio mucho menor que las conservadoras. Esto no implica una generalidad, pero sí la misión política de los periodistas liberales de educar al pueblo, caso que para los conservadores sería la ilustración de la sociedad. Para el caso de España, Josep Valls considera que en los años treinta surgiría un nuevo periódico que sobre todo va a responder a los progresos de la época: transportes, medios técnicos y cambios sociales que “de medio elitista, va a intentar convertirse en medio de masas.”[21]
Así podemos decir que en la mayor parte de publicaciones del siglo XIX, de México y de Madrid, las condiciones de la suscripción siempre aparecían al principio o final del mismo. Ahí se detallaba con precisión la hora de salida del periódico, los precios de suscripción en la ciudad, en la provincia o en el extranjero, los nombres de los encargados de la suscripción y el costo de los avisos y comunicados que por lo regular anunciaban precios convencionales.

El Universal
La administración está establecida en el despacho de esta imprenta, adonde deberán dirigirse todas las comunicaciones, reclamaciones, etc. –La correspondencia deberá dirigirse “A LOS EDITORES DEL UNIVERSAL” franco de porte, sin cuyo requisito no se sacará del Correo.-[22]

El Jorobado
Se admiten anuncios pagando a razón de cuatro cuartos línea de impresión. Se concede uno gratis al mes a los suscriptores dueños de tiendas y talleres, no pasando de diez líneas.
Los que exijan el uso de letras grandes para hacerlos más visibles, pagarán las líneas equivalentes al espacio que llenen.
Las reclamaciones o pedidos sólo se admiten francos de porte.[23]

Tenemos así que los precios de los periódicos en México iban desde un real y medio como El Monitor Republicano (diario liberal) y dos reales o la cuarta parte de un peso plata El Universal (diario conservador), hasta el que costaban una cuartilla como La Cuchara (liberal). Mientras que en Madrid, La Ilustración, periódico semanal, costaba 2 reales el número suelto y 6 reales al mes para la ciudad de Madrid, mientras que en Provincia su precio ascendía a 8 reales al mes, esto es, dos reales más que en la ciudad. El Jorobado, por otra parte, sólo costaba 6 cuartos el número suelto, mientras que El Observador diez cuartos.[24] A esto debe agregarse, que con el paso del tiempo, la implantación de la publicidad haría que los precios de los periódicos disminuyeran como consecuencia de mayores rendimientos para el periódico. Tal es el caso de El Clamor Público de Madrid que inicia con un precio de 16 reales el mes en 1844 y pasa a cobrar 13 reales en 1864 y de 20 reales en Provincia a 18 reales. Mientras que para México, un ejemplo es La Sociedad que de costar 2 reales en 1857, bajaría su precio a 1 real en 1867.

Cada periódico opta por su peculiar modo en el momento de establecer las tarifas. La tendencia de los periódicos en los países donde la prensa se desarrolla a su tiempo es igualar las tarifas de las suscripciones, llegando en los comienzos del siglo XX, a la unificación tarifaria. Pues bien, en el caso español, las diferencias perviven hasta muy entrado el siglo siguiente.[25]

           
Si ubicamos el precio de los periódicos a otros artículos de la época, podemos decir, para el caso de México, que un boleto de primera clase en ferrocarril de México a Tacubaya costaba 1 real, igual que el precio de un boleto en Galerías para una obra en el Teatro de la Fama o 1 kilogramo de azúcar blanca.[26] En el caso de España, 1 real equivalía a la compra de un cuarto de litro de aceite, esto de acuerdo a los precios de algunos productos de mercado que anunció El Clamor Público en 1844 como el aceite, el trigo o la cebada.[27]
A partir de esto se considera que el costo de algunos periódicos resultaba caro y hasta cierto grado elitista, porque si bien los niveles de alfabetización aumentarían, el acceso a ciertos medios de comunicación como la prensa no era igualitario. Esto no implica que la gente no se enterará del contenido político de los discursos periodísticos, implica sí el alto costo de los periódicos. Sobre este punto, Joseph Valls considera que, para el caso de España, la gente vivía “primordialmente de la tradición oral.” [...] “Genéricamente podríamos afirmar que la cultura oral desemboca en la audiovisual que la recoge, la reconduce  y la sustituye. La escrita, a partir del hecho económico, por una parte, y retomando el hecho literario, por otra se afianzará en el XIX, aplicada sobre todo en el hecho político.”[28] A esta tradición se unirán los gabinetes de lectura, lugares propicios para discutir, polemizar y enterarse de los comentarios periodísticos y de la política en turno, entre otras cosas. Y, a decir de Clementina Díaz y de Ovando, los cafés, para el caso de México, también harían las veces de “gabinetes de lectura, de hemerotecas, función pública que cumplían de maravilla” [...] Los cafés eran también clubs políticos, centros de conspiración, de espionaje, refugio de cesantes, vagos, empleados, jugadores, caballeros de industria, asilo de políticos, periodistas, militares, literatos, cómicos, “niños de casa rica”, dueños de haciendas, asombrados payos; sitio ideal para el chismorreo, para despellejar al prójimo, para hacer negocios.”[29]






[1] El Padre Cobos, Madrid, 1 de octubre de 1854, Año I, Núm. II, p. 1
[2] Valls, Josep, op. cit., p. 19.
[3] Vieyra Sánchez, Lilia, “La frecuencia de las publicaciones periódicas, 1822-1855”, ver: Suárez de la Torre, Laura Beatriz (Coord. Gral.), op. cit., p. 445.
[4] Prensa mecánica, invención del artista Giroudot de París. Como puede apreciarse, la máquina es manual, depende del trabajo de varios hombres y de acuerdo a la descripción, funcionaba así:
Volante que acompaña el impulso dado por dos hombres necesarios para hacer andar la máquina, que suaviza el movimiento.
B. Ruedas de engrane por medio del que marchan a un mismo compás los dos cilindros D y F que a ellas se unen por los barrones que atraviesan su eje.
C. Pliegos en blanco colocados en el sitio en que los recibe la máquina para su impresión.
Cilindro de hierro fundido que recibe el pliego en blanco C, y a cuya presión se imprime por un lado (blanco).
Pequeños cilindros de madera por los que se enlaza el pliego después de impreso por la primera cara (el blanco) (los pliegos van sujetos a los cilindros, por cintas que se enlazan de unos en otros) y pasa a
Cilindro de hierro fundido, igual al cilindro D que imprime el pliego por el lado opuesto (retiración), y lo despide por el sitio G.
Pliego impreso ya por ambas caras.
H. Tinteros donde se coloca la tinta y de donde, al solo movimiento de la máquina, la toman los rodillos que en la lámina se ven cerca de dichos tinteros para distribuirla en
Tablero de madera, terso y muy nivelado, donde se distribuye la tinta.
J. Moldes donde se imprimen los pliegos por su primera cara (el blanco).
L. Rodillos que toman la tinta del tablero I, y la distribuyen en el molde.
Marcador compuesto de cuatro pequeñas ruedecillas dentadas, enlazadas entre sí, que al movimiento       de la máquina van marcando los pliegos que imprime, siendo de advertir que la primera de la izquierda, conforme se mira en la lámina, marca las unidades; la segunda las decenas; la tercera las centenas; y la cuarta los millares. Ver: La Ilustración. Periódico Universal, Madrid, 31 de marzo de 1849, T. I, Núm, 5, p. 4.
[5] Vieyra Sánchez, Lilia, “Significado y tradición: los nombres de los periódicos del siglo XIX”, ver: Castro, Miguel Ángel, Tipos y caracteres, op. cit., p. 59.
[6] El Universal, México, Jueves 16 de noviembre de 1848, Sección Editorial, T. I, Núm. 1, p. 1.
[7] La Iberia, Madrid, 16 de junio de 1854, Sección Doctrinal, Año 1, Núm. 1, p. 1.
[8] Rodríguez Piña, Javier, “Rafael de Rafael y Vilá: impresor, empresario y político conservador”, ver: Suárez de la Torre, Laura Beatriz (Coord. Gral.). Empresa y cultura en tinta y papel (1800-1860), Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora-Universidad Nacional Autónoma de México, 2001, pp. 157-158.
[9] Bernardin de Saint-Pierre, Jacques Henri (1737-1814), fue un novelista y ensayista de origen francés. Al igual que Rousseau, coincide en que la naturaleza es perfecta y nefasta la civilización. Si las leyes de la naturaleza se aplicaran a los males sociales, éstos se resolverían y el mundo sería un lugar ideal, donde los hombres se amarían unos a otros, según la utopía humanitaria que ambos amigos soñaban. Entre sus  principales obras  están: Paul et Virginie, ver: http://www.canalsocial.net/Ger/ficha_GER.asp?id=310&cat=biografiasuelta
[10] Ciceron (106-43 antes de Jesucristo), nació en las proximidades de Arpino. Filósofo, político, literato y orador que “defendió los ideales de la República romana frente a todos los falsos realismos que amenazaban en su tiempo con destruir lo que él consideraba las verdaderas realidades: las tradiciones susceptibles de transformación continua y sin violencia”. Algunas de sus principales obras son: De natura deorum, De divinatione, De fato, De re publica, ver: Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía, t. 1, España, Alianza Editorial, 1981, pp. 488-489.
[11] Gomis, Lorenzo, op. cit., p. 152.
[12] Las medidas de los periódicos fueron aproximadamente de 40 x 29, 30 y hasta 60 centímetros y por lo regular estuvieron armados de cinco, seis y hasta nueve secciones: “Editorial”; “Parte Religiosa”; “Crónica Interior”; “Crónica Extranjera”; “Variedades”; “Noticias Sueltas”; Avisos o “Gacetilla”, “Alcances” y “Folletín”, nombres que podían variar según la publicación. A estas secciones se añade la “Sección Oficial”, que fundamentalmente abarcaba los comunicados oficiales, los “Remitidos” y “Prensa de los Departamentos” o “Espíritu de la Prensa” donde, por lo regular, se copiaban párrafos de otros periódicos locales o foráneos, método conocido como “tijeras”.
[13] El Siglo Diez y Nueve, México, 8 de octubre de 1841, T. I, Núm. 1, p. 1.
[14] Gomis, Lorenzo , op. cit., p. 43.
[15] Lombardo García, Irma. El Siglo de Cumplido. La emergencia del periodismo mexicano de opinión (1832-1857), México, Universidad Autónoma de México, 2002, p. 90.
[16] Ibidem, p. 146.
[17] El Siglo Diez y Nueve, México, 8 de octubre de 1841, T. I, Núm. 1, p. 1.
[18] Lombardo García, Irma, op. cit., p. 145.
[19] Fernández Sebastián, Javier, y Fuentes, Juan Francisco, op. cit., p. 86.
[20] Matute, Álvaro, op. cit., p. 12.
[21] Valls, Josep, op. cit., p. 161.
[22] El Universal, México, Jueves 16 de noviembre de 1848, Sección Editorial, T. I, Núm. 1, p. 4.
[23] El Jorobado, Madrid, 1 de marzo de 1836, Núm. 1, p. 4
[24] Debe tenerse en cuenta que durante este periodo, para el caso de España, existían monedas de cobre, plata y oro. El real era de plata, el cuarto de cobre y los escudos de oro. Con esto podemos ver que el valor de un periódico de cuartos era mucho menor que los que costaban un real de plata. Para México en cambio y durante el Segundo Imperio Mexicano, según Directorio del Comercio de Maillefert (1864-1867) existían: escudos de 8 pesos de oro, hidalgos de oro, pesos de plata, reales de plata, y cuartillas y tlacos de cobre. Un real equivalía a 32 cuartillas, esto es, los periódicos que costaban 1 real resultaban artículos caros en comparación con los que costaban una cuartilla de cobre, la cual no era ni la cuarta parte de un real. Ver: Maillefert, Eugenio. Directorio del comercio del Imperio Mexicano, México, Instituto Dr. José María Luis Mora, 1992, facsímil, p. 67. 
[25] Valls, Josep, op. cit., p. 39.
[26] Sobre precios y medidas en México y en los años de 1864-1867, ver: Maillefert, Eugenio, op. cit, pp. 68-91.
[27] Trigo: 36 reales fanega; Cebada 14 reales fanega; Aceite 56 reales arroba. Ver: El Clamor Público, Madrid, 9 de mayo de 1844, p. 4.
[28] Valls, Josep, op. cit., p. 36.
[29] Díaz y de Ovando, Clementina, Los cafés en México en el siglo XIX, México, UNAM, 2000, p. 18-19.