sábado, 29 de junio de 2013

CRÍTICA DE LA PELÍCULA EL PRISIONERO 13


Alejandra López Camacho


El prisionero 13, película incluida dentro del género de dramas de la Revolución Mexicana, fue realizada en el año de 1933, un año antes de que finalizara el periodo presidencial de Abelardo L. Rodríguez y del periodo conocido como “El Maximato”. La cinta, que tiene una duración de 109 minutos y que estuvo dirigida por Fernando de Fuentes[1], maneja tres aspectos dentro del tema de la trama: primero, la marcada falta de libertad de expresión que se dio durante la última etapa del gobierno de Porfirio Díaz; segundo, la práctica de fusilamientos sin más razón que la de cumplir órdenes y silenciar a los opositores de la reelección; y tercero, las ironías que llega a jugar la vida y en las cuales pueden involucrarse los lazos familiares.


Por otra parte, es de mencionarse que la cinta elaborada en blanco y negro tiene un tipo de recursos 
técnicos que para la época, se considera, fueron singulares y probablemente estuvieron adelantados.
Un año antes de la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia de México y en tiempos en que se vivía la gran depresión de 1929-1933 y cuando Abelardo L. Rodríguez estableció los salarios mínimos, se estrenó la película, El prisionero 13.[2] Esta cinta que bien podría responder al dicho de “Haz el bien sin mirar a quien”, y más aún si se trata de tu familia, es una película contextualizada en el año de 1911, aquel año fue cuando Francisco y Madero ocupó la presidencia y cuando Díaz abandonó el poder. La película inicia por 1890, en ese lapso de tiempo en que don Porfirio anunció, el 27 de diciembre, que el artículo 78 constitucional se enmendaría para permitir la reelección indefinida del presidente.[3]

Pero si por una parte el tema central de la película es la desintegración de una familia, cuando Julián Gallardo, personaje principal de la trama y quien se caracteriza por ser un militar alcohólico y violento, se queda solo al huir de su lado tanto su esposa como su pequeño hijo. Por otra parte, el tema de la cinta evidencia que en tiempos de don Porfirio las cosas se arreglaban por medio de la corrupción y a balazos. Un tercer punto que destaca en la cinta y que prevalecía en el tiempo en que fue estrenada (1933): la falta de solidaridad que existía con la mujer y el hecho de que a ésta se le veía como a un objeto del que se podía abusar y dominar.
Resulta de particular interés observar la forma como el director maneja la primera escena de la cinta donde aparecen dos amigos jugando a las cartas y tomando licor, pues esta escena, además de ser el principio de la trama es también su final. Otros puntos de interés son aquellos donde se muestra lo avanzado de la técnica como: algunos cortes de escena donde no aparece la oscuridad entre escena y escena sino la yuxtaposición de imágenes que, se considera, intentaban representar los pensamientos de los personajes, por ejemplo, cuando aparece la imagen de la esposa que huye en un carruaje y esta toma empieza a desaparecer lentamente al compás en que aparece la imagen del esposo en otro transporte. Otro caso es cuando se yuxtaponen, en tomas suaves, los rostros de distintos niños con distintas etapas hasta aparecer un joven, con lo cual se quería representar el crecimiento del hijo y al mismo tiempo el paso de los años.  

Por otro lado, una vez que ha pasado el tiempo y se llega a 1911, etapa cuando el hijo del militar ya es un joven, en la película se representa la cacería de 13 opositores al gobierno de Díaz debido a que están armando un complot en su contra. Así en la cinta se aprecia lo siguiente: cuando estos hombres son apresados y conducidos a la cárcel, como respuesta llegan los familiares al cuartel para saber el motivo de aquella detención, viene la secuencia donde el cuartel está lleno de gente y en ese preciso lapso, la cámara en picada hace unos movimientos lentos de paneo de derecha a izquierda para tratar de captar a toda la gente que hay dentro del cuartel. Con esto, además de atrapar a la gente debido a la posición de la cámara, el director introduce al espectador a la escena y le da la sensación de ser él quien observa y quien hace esos movimientos pausados de lado a lado con su cabeza como si fuera éste quien revisara a la muchedumbre.
Esa introducción del espectador se percibe también cuando, siguiendo la trama de la cinta, hay dos mujeres que van a sobornar al personaje principal, el militar Julián Carrasco encargado de las detenciones, para que deje libre al hijo de una de éstas. La escena en cuestión inicia a partir de que las mujeres bajan de su automóvil y atraviesan el patio de una casa hasta introducirse en ella, lo particular de esta escena es que la cámara sigue el caminar de las mujeres hasta la casa, desde el mismo auto y a través de una de sus ventanas, lo que da nuevamente la sensación al espectador de ser él quien permanece en el auto y quien observa el caminar de esas mujeres a través de una de las ventanas. 

Finalmente y como paradojas de la vida que contiene la cinta, aquel preso es puesto en libertad por la cantidad de trece mil pesos, pero, como se requiere que otro lo supla a éste, el militar ordena la detención de cualquier otro que se le parezca (muestra de la corrupción que existía en las detenciones). De esta forma, es el mismo hijo del militar quien queda como el preso número 13 y a quien se va a fusilar junto con el resto (es aquí donde la cinta muestra la práctica de tantos fusilamientos que no tuvieron otra razón más que la exigua libertad de opinión que existió en este periodo). Ironías de la vida es que cuando el militar, Julián Carrasco, se entera que es su hijo uno de los 13 prisioneros a los que van a fusilar, éste va a intentar salvarlo y, en ese momento despierta de aquella borrachera con la cual inicia la cinta. Esto es un magnífico final en donde la trama bien puede dejar como moraleja: “haz el bien sin mirar a quien”. 
            Como comentarios finales se agrega lo siguiente, el espectador aprecia la fecha en que se suceden los hechos por un pequeño calendario que aparece en la oficina de un prestamista y en que se lee: 22 de junio de 1911. ¿Era intención del director ubicar al espectador en aquella fecha e introducirlo al contexto de la última etapa de Díaz en el poder y así mostrar la corrupción con que se manejaron tantos asuntos? Ante esto solo resta por plantear lo siguiente: ¿El prisionero 13 sacaba a relucir las arbitrariedades que en 1933 existían en los gobiernos mexicanos?

FERNANDO DE FUENTES[4]
Director de cine mexicano


Fernando de Fuentes es una de las figuras más famosas y menos comprendidas de nuestra cinematografía. Los comentarios alrededor de su carrera lo señalan casi siempre como un autor que decidió dejar de serlo para convertirse en un eficiente realizador de cintas taquilleras, dividiendo artificialmente su filmografía en dos períodos caracterizados por la presencia o ausencia de pretensiones estéticas.
Hasta cierto punto, fue natural que De Fuentes haya preferido triunfar en la taquilla a ser reconocido como un artista. En 1936, cuando la industria del cine mexicano luchaba por sobrevivir, todos los directores en activo deseaban recuperar la inversión económica de sus filmes. Los tiempos no estaban para pretensiones estéticas.
Los magros resultados de sus primeras películas habían provocado que Fernando de Fuentes viese peligrar su futuro como director. Una prolongada enfermedad había retrasado la filmación de Vámonos con Pancho Villa (1935), su obra maestra incomprendida por varias décadas. La película fue estrenada tres meses después de Allá en el Rancho Grande (1936) y sólo se mantuvo una semana en cartelera. Éxito y fracaso se presentaron al mismo tiempo y a Fernando de Fuentes le quedó muy claro que la sobrevivencia estaba en la fórmula, en los géneros y en la satisfacción del naciente público del cine mexicano.
Sin embargo, el impresionante éxito de Allá en el Rancho Grande (1936) no debe atribuirse exclusivamente a la exacta combinación de canciones, amores, charros y bailables. Detrás del filme estaba un director verdaderamente dotado de cualidades, poseedor de una excelente habilidad técnica y de un extraordinario sentido para la narrativa visual. Fernando de Fuentes fue, en realidad, el primer director mexicano que comprendió la naturaleza del cine sonoro y que aprovechó con éxito todas las posibilidades de este medio.
La labor pionera de Fernando de Fuentes se extendió más Allá del Rancho Grande. Con El fantasma del convento (1934) De Fuentes “mexicanizó” al género de horror incluyendo en la historia elementos de la tradición colonial, rica en leyendas y fantasmas. Así se quiso en Jalisco (1942) que fue la primera cinta mexicana a colores y en Jalisco canta en Sevilla (1949), primera co-producción oficial de México con España. El resto de sus filmes fueron más que exitosos y ayudaron a cimentar las bases de la industria del cine mexicano.
¿Y Fernando de Fuentes el autor? El reconocimiento de sus primeras obras fue tardío, como suele suceder en estos casos. Sin embargo, la apreciación de ellas suele estar empañada por la subjetividad de la “teoría de autor” y con frecuencia conduce al menosprecio del resto de su filmografía. Por ello, y sin dejar de reconocer los valores estéticos de sus filmes más célebres, nos atrevemos a reconsiderar a Fernando de Fuentes como un director que siempre buscó el triunfo comercial, aún en sus filmes más personales, y que nunca dejó de proyectar su personalidad, hasta en sus cintas más taquilleras.

FILMOGRAFÍA[5]


Escuela de vagabundos (1954) .... productor y guionista
Canción de cuna (1953) .... director, productor
Tres citas con el destino (1953) .... director (episodio mexicano)
Los hijos de María Morales (1952) .... director, productor
Crimen y castigo (1951) .... director, productor
Hipólito el de Santa (1950) .... director, productor, guionista
Por la puerta falsa (1950) .... director
Jalisco canta en Sevilla (1949) .... director, productor, guionista
Allá en el Rancho Grande (1949) .... director, productor, guionista
La devoradora (1946) .... director, productor, guionista
Esperanza (1946) .... director
Hasta que perdió Jalisco (1945) .... director, guionista
La selva de fuego (1945) .... director
El rey se divierte (1944) .... director, productor, guionista
La mujer sin alma (1944) .... director, guionista
Doña Bárbara (1943) .... director, productor, guionista
Así se quiere en Jalisco (1942) .... director, productor, guionista
Creo en Dios (1941) .... director, productor, guionista
La gallina clueca (1941) .... director
El jefe máximo (1940) .... director, productor, guionista
Allá en el trópico (1940) .... director, productor, guionista
Papacito lindo (1939) .... director
La Zandunga (1938) .... director, guionista
La casa del ogro (1938) .... director
Bajo el cielo de México (1937) .... director, guionista
Allá en el Rancho Grande (1936) .... director, productor, guionista y editor
Las mujeres mandan (1936) .... director, guionista
Vámonos con Pancho Villa (1935) .... director y guionista
La familia Dressel (1934) .... director, productor, guionista y editor
Cruz Diablo (1934) .... director, guionista y editor
El fantasma del convento (1934) .... director, guionista y editor
La Calandria (1933) .... director, guionista y editor
El compadre Mendoza (1933) .... director, guionista y editor
El prisionero trece (1933) .... director, guionista
El Tigre de Yautepec (1933) .... director, guionista y editor
El anónimo (1932) .... director, guionista
Águilas frente al sol (1932) .... editor
Santa (1931) .... ayudante del asistente de dirección




[1] Fernando de Fuentes Carrau nació en la ciudad de Veracruz, México, el 13 de diciembre de 1894 y murió el 4 de julio de 1958. Fue pionero del cine sonoro y realizador de tres clásicos del cine mexicano -El compadre Mendoza (1933), Vámonos con Pancho Villa (1935) y Allá en el Rancho Grande (1936), ver: http://www.loscineastas.com/cine%20mexicano/Directores/fernandode_fuentes.htm
[2] Humberto Musacchio, Diccionario Enciclopédico de México, T. I, México, Andrés León Editores, 1990, pp. 282-283.
[3] Luis, González y González, Historia general de México, T. 2, México, El Colegio de México, 1994, p. 961.